El título del libro de José Migues Bonino, “Rostros del protestantismo latinoamericano,” (Buenos Aires, 1995), bautiza este interés socioreligioso en el protestantismo. Si nos interesa el rostro, como estudiosos, a Dios y a la teología le interesa el corazón del protestantismo. Al fin de cuentas, el término rostro en la Biblia refleja la gloria de Dios, de los ángeles y la intimidad de Dios, mientras en el hombre, refleja su naturaleza cambiante, engañosa y olvidadiza.
La discusión socio-religiosa se pregunta quién es el hombre que se llama protestante. ¿Son diferentes sujetos exhibiendo un mismo rostro? ¿o son diferentes máscaras que exhibe un mismo sujeto? Los protestantismos que se han estudiado son 1. el extranjero sin arraigo contextual; 2. el misionero que vino de Europa, Inglaterra o Estados Unidos, 3. el protestantismo criollo, ahora de tercera generación (después del misionero, alcanza a los hijos de los convertidos). También ha habido un 4. Cristianismo revolucionario, después de la Teología de la Liberación. ¿Cuál es la forma de identificar al cristianismo bíblico?
En todas estas particiones hay interés en la cosmovisión que estos protestantismos exhiben. ¿Es totalmente transmundano y por ello sin interés por el devenir histórico presente en el que se encuentra inmersa la Iglesia? ¿Es totalmente transcultural y por eso ajeno formas de adoración y preocupaciones de los actores locales criollos? ¿Es totalmente inmanente e inmerso en luchas sociales haciéndose eco a la izquierda política?
Estas consideraciones están ligadas a la historia del continente. El cristianismo que nos llegó en su forma católica se adueñó de las ideas de los iberoamericanos. El cristianismo protestante terminó comprando el platonismo de la Iglesia católica, separando profundamente entre este mundo y el espiritual. No menos griega, resultó la opción por el intelecto que moldeó la predicación y el adoctrinamiento. Sin la integralidad bíblica, el ser humano más que rostro o corazón es cabeza.
Cuando la arremetida del pentecostalismo --y ahora neopentecostalismo—se dejó sentir, la Iglesia adquirió características propias del pragmatismo norteamericano. Por un lado los carismas y el iglecrecimiento; por el otro, el mercadeo, la oferta de diversos tipos de culto y adoración, el peso del éxito y el amplio uso de medios de comunicación, que no revisan, sino reproducen las mismas ideas originadas en Estados Unidos. El pragmatismo a penas contextualiza el rito, sin cambiar las ideas de lo recibido en el norte (prosperidad, magia y predicción, antes que trabajo, providencia y profetismo bíblicos).
Las iglesias indígenas adoptan los no pocos vicios y diversas virtudes de estos rostros protestantes. Por un lado, quienes conocen de Biblia y la teología, en su mayor parte, muestran ministerios desgastados, con poca creatividad y menos conocimiento de su contexto. Por otro lado, el desconocimiento de la Biblia y la improvisación ministerial se suplen con las técnicas de crecimiento. Todo ello se pasó integro a las comunidades indígenas. ¿Están éstas cambiando su vida para mejorar con base en el Evangelio?
Hablar de “tipos” o modelos sólo nos ayuda a identificar el desafío bíblico, pero muy poco a mejorar. Hay una iglesia que ministra al hombre urbano, inmerso en la economía, cuya razón le ayuda a sobrevivir en el mundo globalizado del mercado. Hay otra iglesia, cuyos carismas ministran a las clases populares, que sobreviven, con mucha pasión, frente a la violencia, la pobreza y la corrupción. Finalmente, hay otra iglesia que ministra a intelectuales bíblicos, cómodos entre tradiciones eclesiásticas, cuyos ministerios decrecen, mientras exhiben total indiferencia contextual y falta de pertinencia pastoral.
Pervive el desafío que tuvo el protestantismo del siglo XVI, que también exhibió diversos rostros. El corazón de estos protestantismos espera aun ser tocado por Dios, para experimentar una verdadera conversión a la fe bíblica, pertinente, responsable, integral y por ello, verdaderamente espiritual. Más allá del rostro, esta renovación toca al hombre total.
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