martes, 18 de agosto de 2009

La Biblia y el legado de una generación

¿Qué cosa debería inspirar a una persona de fe, consciente de que pasará de esta vida? No importa la edad ni la salud, sólo la conciencia de su finitud. ¿Cuál debe ser la meta principal del creyente en Jesucristo? ¿Cuál debe ser el legado de una generación responsable a la que viene?

Lo que motiva a cada quien debe ser el temor de haber pasado por la vida, sin lograr que al menos una persona ame a Jesucristo. ¿Y por qué esta meta tan modesta? Porque si una persona ama a Jesucristo, ella se reproducirá en una persona mas, y esta en otra, y aquella en otra. No hemos descubierto nada nuevo: “lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles” (2 Ti.2:2). Jesús dijo “haced discípulos, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt.28:19-20).

En cuanto al legado de una generación es similar. ¿Dejaremos este mundo de la misma manera que lo encontramos? ¿Sin haber derribado uno sólo de sus ídolos? Sin haber cuestionado la ideología terapéutica, que hace de la salud un ídolo; sin haber impugnado la ideología militarista, que hace del poder un dios; sin haber desafiado la ideología de la tecnología, que hace de la comodidad un altar; sin haber desmitificado la ideología de la información, que hace del conocimiento un ídolo. Todas estas ideas, concebidas aparte del amor al Dios verdadero y reforzadas por Hollywood.

En tierra de ídolos, de intereses hedonistas, de caudillos abusivos, de élites que buscan favores políticos y económicos, de criminales con aspiraciones políticas, de vicios en procesos y procedimientos en la administración pública, ¿Qué debemos hacer los hijos de Dios? ¿Cómo hacer frente a la impunidad? ¿Cómo responder inteligente y organizadamente a la violencia y a la pobreza? Sólo orando juntos y hablando, específicamente de estos males, descubriremos la voluntad de Dios.

La meta de cada creyente debe ser que Jesucristo sea señor sobre las ideologías, sea el rastro de la compasión, sea la huella de quienes sufren, sea el ideal de nuestra conducta, sea el patrón de nuestra sumisión a Dios, sea el ejemplo de la absoluta dependencia del padre, sea el señor de su liderazgo.

La Iglesia confesante es esa frágil nave que espera ser conducida no por los mejores, sino por los mas santos, sabios y humildes. Quizá por eso la meta es “no os hagáis maestros muchos de vosotros” (Stg.3:1), sino “Apacentad la grey de Dios” (1 P. 5:2). “Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Stg.5:20).

Esta tierra necesita, más que exegetas y filósofos, corazones pastorales, prácticos, con sentido de oportunidad, para promover los cambios que traerán, no sólo paz con Dios y el conocimiento de Dios, sino también bienestar a tantos hombres, mujeres y niños que sufren. ¿Cuál es tu legado personal?

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