viernes, 12 de noviembre de 2010

Administración financiera


Octavo compromiso
Mantener unidas la teología de la productividad, las promesas de Dios con el estilo de vida simple
Problema: “TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE” FUE DICHO PARA RATIFICAR QUE EL SERVICIO CRISTIANO ES COMPATIBLE CON UN ESTILO DE VIDA SIMPLE

¿Qué hacer con la competencia del mundo por los recursos de Dios? ¿Es lícita la teología de la prosperidad? ¿Es la bendición sinónimo de riqueza? ¿De quien son los recursos, de Dios y de la obra o del pastor?

Hay unos 2,350 versos en la Biblia que hablan de las posesiones y uso del dinero, por ejemplo, dieciséis de las 38 parábolas y uno de cada siete versículos de los sinópticos. Eso es el doble de veces que se menciona la fe y la oración combinadas. En otras palabras, el dinero, o es parte de la espiritualidad cristiana, o es el mas grande enemigo de Dios en la vida del hombre. Por eso la Biblia habla tan abundantemente del tema y advierte contra Mamón, el Dios de las riquezas (Mt.6:24).

En cuanto a la teología de los bienes, incluye guardar para incertidumbres futuras (Pr.6:6), que los padres provean para sus hijos (2Co.12:14), proveer generosamente para los santos que padecen necesidad (2Co.9) y, de la misma manera, para la obra de Dios (1Co.9:11-15). La conversión toca el dinero cuando, como Zaqueo, la riqueza mal habida se restituye a los pobres y aquellos a quienes había defraudado (Lc.19:8). Aun cuando el dinero es útil, amarlo es malo (1Ti.6:10) y ello mide el verdadero amor a Dios y al prójimo: “Que sean ricos en buenas obras, dadivosos y generosos” (1Ti.6:18-19 Cp. Mt.6:19-20). Para los seres humanos, hablar de dinero es tocar un tema muy sensible.

En el marco del liderazgo cristiano, la codicia es una distorsión espiritual; consiste en amar el dinero: “el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores” (1Ti.6:10). Ni siquiera los pastores y maestros cristianos están exentos de la ambición, cuando “toman la piedad como fuente de ganancia” (1Ti.6:5). Los pastores no están exentos de darle a Dios lo que es de Dios y a Cesar lo suyo, no hacerlo es fallar en el tema del dinero doblemente, lo cual es una doble moral.

En el Antiguo Testamento las once tribus de Israel diezmaban a la tribu de Leví, lo que sugiere una proporción equitativa en el reparto de ese diezmo. El diezmo a los levitas esta más cerca a lo que hoy consideramos un salario, y no una dote que se convierte en poderío financiero. La Biblia no transfiere los derechos de levirato a ninguna persona o ministerio, los levitas eran un cuerpo de personas, no una persona o familia sola. Si esta claro que el “obrero es digno de su salario” y es lícito “que viva del evangelio”.

La teología de la prosperidad se intenta fundar en la idea del levirato. Dios instruye claramente que darle a él produce bendición (Mal.3:10), pero hoy en día cuando se hace esto es el ministro el que mas prospera; la promesa de Dios no otorga al líder todo lo que fue dado a Dios. La falta en la teología de la prosperidad es del recaudador, quien al recibir el don se apropia de casi todo, llegando a ser más rico que el ministerio mismo.

Antes de la teología de la prosperidad, la Biblia habla de la teología de la productividad. Que Dios prometa “bendición” no es sinónimo de que prometa riquezas. El texto de Pablo “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil.4) tiene por contexto la vida de Pablo poco apegada a los bienes materiales. En proverbios, es el trabajo el que enriquece (Ef.4:28).

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