sábado, 25 de julio de 2009

La Biblia y tu libertad para actuar

¿Te pones la camisa verde o la azul? ¿Eres tu libre? ¿Te pones los zapatos negros o los café? ¿Eres tu libre? ¿Qué te hizo leer este blog? ¿Eres tu libre? ¿Qué otra cosa pudiste haber leído? ¿Qué otras opciones tenias para hacer ahora? Si lo pensamos por un momento, somos seres libres y nos sentimos libres. Eso nos hace responsables por el uso de nuestra libertad. Pero al fin de cuentas ¿es la libertad mala o buena?

Al momento de crear al hombre, Dios lo creo en estado de santidad, pero ese estado de santidad no era una santidad fija. No lo era, precisamente, porque si la santidad recibida por el hombre fuera un estado fijo, equivale a decir que el hombre no era libre. El hecho de que el hombre podía cambiar su estado de santidad, es precisamente aquello que lo hacía responsable de obedecer a Dios en todo. Al usar el hombre su libertad de manera contraria a lo establecido por Dios, cambió su estado de santidad por un estado de pecado. Era un acto de desobediencia fundado en su libertad.

Cuando la serpiente se acerca a la mujer y la invita a desobedecer a Dios, lo que está haciendo es “tentándola” para derrotarla. El propósito de la tentación es sucumbir ante ella. En cambio cuando Dios permite que su autoridad pueda ser desafiada y que la primera pareja pueda o no desobedecerle, los está “probando” y el fin de la prueba no es salir derrotado sino superar la prueba para crecer y madurar. Tanto la tentación como la prueba dependen de algo importante, que las personas que la enfrentan sean libres y puedan escoger libremente entre el bien y el mal.

Nosotros, si hubiéramos estado al lado de Dios cuando Él creaba al hombre, no hubiésemos podido resistir opinar al respecto. Le habríamos recomendado a Dios que no le diese libertad al ser humano. Le trataríamos de persuadir diciendo “Señor mira la violencia humana”; “señor toma en cuenta la decadencia de las civilizaciones”, “Señor ¿ves el sufrimiento de tanto inocente?”. Dios nos hubiera respondido, “si veo todas esas cosas”. Si pudieras ver tú todos los planes que Dios podría poner en marcha, con sus luces y sombras, tendrías que conceder que este que incluye la presencia del mal es el mejor de ellos. Pero no puedes verlos; sólo puedes confiar que Dios escogió lo mejor. Dios escogió crearte como un ser libre, aún con la posibilidad de apartarte de él.

Por supuesto que Dios pudo crear autómatas, robots adoradores, programados para decir todo el día “te alabo Señor”, “reconozco tu poder y dominio” y “soy tuyo señor”. Pero tales máquinas no darían honra a Dios. Dios podría también hacer que con uno sólo de sus pensamientos la humanidad entera cayese de rodillas ante él adorándole. Pero eso tampoco traería honra a Dios.

Con base en el testimonio de las Escrituras sobre la libertad del ser humano, estamos convencidos que lo único que trae gloria y honra a Dios es que los hombres le busquen y se sometan a él, y que al hacerlo, lo hagan voluntariamente, es decir, a partir de la raíz misma de su libertad.

Así pues, Dios al crearte, te dotó de libertad y te dio algo bueno. Por eso tu búsqueda de Dios y tu encuentro con el llenan tu corazón. Porque cuando te abrazas a Jesús, mas que una orden de la razón estas cumpliendo con un dictado profundo de tu ser. No es tu agenda coincidiendo con la de Dios. Es tu conciencia respondiendo a su creador. Así es como usas la libertad con que Dios te creo.

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