Fue mi madre quien de niño se sentó conmigo para enseñarme a memorizar los libros de la Biblia. Poco sabíamos ella o yo, la proyección que esa habilidad tendría a lo largo de mi vida. Tras decidir, gracias a mentores, maestros y ejemplares cristianos que debía prepararme para servir al señor, la teología me cautivó desde el inicio de mi vocación. Me acerqué a ella guiado por mis ilustres profesores el Dr. Juan Ormé (m.2008) y el Dr. Emilio A. Núñez, ambos “teólogos sistemáticos”, en el argot académico.
Yo no tuve un “despertar del sueño dogmático”, como E. Kant, en parte gracias a la biblioteca teológica del Seminario Teológico Centroamericano, que puso en mis manos las obras de Karl Raymond Popper. La “duda metódica”, desde la Biblia, era parte de la insistencia de mis maestros, lo cual escuché, años después, de la fuente original: Charles C. Ryrie, en el Seminario Teológico de Dallas. En mi breve paso por la Universidad de San Carlos, fui sometido a las dosis “normales” de marxismo, pero el “antivirus popperiano” hizo que esas ideas terminaran de sepultarse en mis reflexiones muy privadas.
La teología nunca ha dejado de ser un interés preponderante. Preparé “infinidad” de cursos que enseñé por 20 años. Pero vuelvo cada vez con renovadas fuerzas, creciendo en mi fe y pasión, en cada nuevo acercamiento. La última fase ha sido el redescubrimiento de la Reforma Escocesa y su relación con la Ilustración Escocesa. Otra área teológica de interés ha venido por la relación de muchos años con el Dr. Armando de la Torre, ex jesuita, persona enciclopédica que tiene una fascinación por la aplicación moderna de la teología, actitud que me ha ahorrado muchos años de búsqueda y confusión. De la interiorización de todo esto, procede mi blog “la Biblia y el mundo moderno”.
Los estudios de Biblia han tenido un más lento desarrollo, pero creciente. Mi señero conductor en esa área fue el Dr. Rafael Porter, quien mas que un contenido me enseñó una actitud. “Nunca estés satisfecho con lo que descubriste, siempre hay más que encontrar”, a la vez que modelaba un profundo respeto y seriedad en el manejo del texto. Tras cursar griego y hebreo en las escuelas teológicas, hace un par de años quise volver a revisar todo ese material escribiendo el curso del primer año de griego y hebreo respectivamente. La huella indeleble de mis profesores Dr. Allen P. Ross, Dr. Harold Hoehner (m.2009), Dr. Hal Harris, me hizo volver a ello con una alegría indescriptible. Mi blog “Teólogos, teología y exegesis”, es un testimonio de ese permanente interés, que he querido poner al servicio de otros.
En cuanto la formación metodológica, son ejes forjados al fragor de oportunidades de trabajo. Escribí, dirigido por el Dr. Edward Pentecost, misionólogo y hermano de Dwight, el biblista, un largo curso de “Historia de la Iglesia en América Latina”, que me despertó un latinoamericanismo acendrado y una predilección por el método "genético y social", lo cual profundicé mas tarde en la universidad. Esa asignatura la enseñe por muchos años. No había muchos voluntarios para enseñar otro curso, el de “Filosofía y su interrelación con la teología”, gracias a esa experiencia se despertó en mi la sensibilidad por el argumento filosófico. Finalmente, mis estudios de maestría me nutrieron en la economía austriaca, el Derecho y las ciencias políticas, de una manera agradablemente complementaria. Son campos que hoy cultivo por separado, pero que mezclo con la teología de una manera u otra.
En la vida universitaria, ha sido un deleite interactuar, en la Universidad Francisco Marroquín, sobre una infinidad de temas históricos, filosóficos y teológicos con el Dr. Armando de la Torre; debo mucho también al Dr. Joseph Keckeisen, fallecido recientemente, economista, discípulo del gran Ludwig von Mises; y también a Glen Cox, historiador y politólogo, un verdadero académico, de quién muchos condiscípulos huían, y yo tuve el enorme placer de aprender tanto de él. Estas son las principales fuerzas formativas que siguen mostrándome cuan placentero es aprender, de amigos y maestros tan capaces. De esto ultimo da testimonio mi blog “Ética derecho y libertad”.
Aparte de lo penoso que resultó no tener el doctorado en teología, no lamento haberme vuelto de la universidad de Basilea, en 1989, con la falsa “urgencia” de venir a hacer tareas que, en ese tiempo, muchos hubiesen podido hacer. Tras abandonarlo casi todo, si bien nunca a Dios, él me ha dado nuevas oportunidades, amigos, matices y una perspectiva de las cosas que es muy singular, y que he decidido poner al servicio de la Iglesia, de la academia y de mi país. Mi teología, he de reconocer, constituye, para mis viejos condiscípulos y compañeros de trabajo, un aporte curiosamente “diferente”.
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