lunes, 23 de mayo de 2011

"La idea de Dios no sirve para nada..."

Siempre llego a los coloquios académicos con la guardia baja. Es que yo voy mas interesado en la lectura asignada, en escuchar a mis colegas y en compartir lo del texto leído. No encuentro esta visión en todos mis interlocutores. Los hay más religiosos en su discurso y hay otros abiertamente propagandísticos en sus ideas ateas. Nada de eso me asusta y trato de no reaccionar para no ceder al impacto efectista de la propaganda, hasta que la irracionalidad es evidente.

El tema que discutimos el jueves pasado era la mente y el desarrollo de ella. La discusión, por parte de los interlocutores ateos, se centró en la evolución que no era ajena a la lectura pero no era el epicentro de ella. Las fragilidades metodológicas de las afirmaciones, tampoco me interesa discutirlas en ese ámbito porque es un tema que siempre he considerado asunto de presuposiciones. Se trata de “hipótesis de trabajo” dispares, cuyos supuestos se hallan en la antípoda del otro. Yo no puedo probar la creación; tú no puedes probar la evolución. Si las mutaciones conocidas van en contra de la selección natural, tu defiendes el punto, con toda candidez, diciendo que las mutaciones dañinas nos están preparando para otro ambiente en el que esos “defectos” serían perfectamente normales. Tales caprichos, poco “falseables”, son los que la filosofía señaló a la teología sin ser ciencia positiva; estos, metodológicamente, abundan en el tema "científico" aludido.

Un estimado colega dijo, en medio de tales disquisiciones, mas en serio que en broma, “la idea de Dios no sirve para nada”. Ese “efectismo” me pareció una perfecta ilustración, precisamente, de lo que K. R. Popper y F. A. Hayek no enseñan. Es una afirmación arrogante, como mucho de lo que se originó con la Ilustración, cuando el hombre hizo, de sus pequeños campos de estudio, ámbitos absolutos en los que no hay lugar para nada más. Esa des-integración y desarticulación de la realidad ha permitido poner en pugna tradición, historia y  cultura. Se contrapone naturaleza a historia, hechos a valores, lo secular a lo sagrado y las normas a la tradición. Defecto del que adolecen quienes pueden hacer análisis diacrónicos, observaciones analíticas, sin importarles mucho la historia del pensamiento que milita en su contra.

Pensarse dueño de la verdad matemática, astrofísica o biológica, no da derecho a nadie a descontar los ámbitos de conocimiento que a él no le sirven. Se trata de una actitud bastante anti liberal. Hace muchos “siglos” leí que para Popper la fe era el compañero sin crédito en las ciencias. Por eso el no temía, ni aun a los mas atravesados mitos culturales, porque podrían aportar herramientas conceptuales para descubrir la verdad científica. Ni Popper ni Hayek afirmaron la inutilidad o desutilidad de la idea de Dios. Es mas, Hayek dijo que los clérigos son los trabajadores públicos no pagados, porque al transmitir las normas y valores de la tradición, comunican importantes enseñanzas, útiles para la convivencia respetuosa entre seres humanos. 

En la revelación, esas cosas tienen un propósito didáctico y por eso, naturaleza, historia, cultura y tradición se mantienen unidas. El espinazo de la revelación es la historia, como se ve en un 70% de ella. Una historia interesada en quién es Dios y qué hace Dios. Creer que la idea de Dios, por si sola, es inutil, es una ingenuidad, porque es una idea que nunca esta sola. Es útil, precisamente, porque se hace acompañar de valores, tradiciones, historia y normas éticas. Por todo eso, la gente de fe no separa el impacto de los descubrimientos científicos sobre su fe y tampoco rechaza la ciencia sino da gracias a Dios por ella.

sábado, 21 de mayo de 2011

Yo fui el joven Juan Marcos…

Tenía quizá 17 años cuando Abel Jiatz, graduado del Instituto Bíblico Guatemalteco, me invitó a viajar con él por el occidente del país para “predicar”. Le agradecí mucho la invitación y pensé que habiendo tomado ya la decisión de estudiar teología esta oportunidad me ayudaría a entender un poco más la tarea a la que esperaba dedicarme. Me compre un libro de bosquejos, busque un libro de cómo hablar en publico, le pedía a Dios su ayuda y nos embarcamos en una “gira” de dos o tres semanas en la que se me ofrecía la oportunidad de predicar.
Fuimos a San Marcos, nos hospedamos en las pequeñas iglesias que se acercaban a la frontera con México y nos dedicamos a visitar pastores, congregaciones y familias. Yo observaba a Abel quien era un hombre joven, modesto y muy espiritual. Me advirtió que el predicaría los primeros días y luego me tocaría a mi. Yo estaba entre emocionado y atemorizado por la advertencia de Abel, pero estaba claro que debía al menos intentarlo, aun con la posibilidad de fracasar, que si bien no era una idea agradable, era peor descalificarme  sin haberlo intentado.
La tarde del día en que habría de predicar, leí el libro de bosquejos y seleccione uno. También ore reconociendo mucho temor frente a la tarea. Leí la Biblia como quien se prepara para hablar por largas horas y me atavié como si fuese un renombrado evangelista internacional. Salimos a la Iglesia, me senté perdido en algún punto en el espacio, y me fui hundiendo en la banca bajo el insoportable peso de no tener claro ni el mensaje, ni el pasaje, ni lo que decía el libro de bosquejos, ni siquiera tenía claro qué estaba haciendo ahí.
Abel dirigió los cantos y de repente, entre oraciones y alabanzas escuché mi nombre. Si, había llegado la ahora de “mi oportunidad de compartir” que tanta ilusión me despertara, y que se había convertido ahora en un temido momento. Me sudaban las manos, me temblaba el estomago y las piernas querían caminar en dirección lo mas lejano al púlpito. La voz que tenia bajo control, en ese momento deseaba no tenerla. Quizá hice una larga oración antes de empezar, seguro hice algún saludo que ahora no recuerdo y luego “empezó el mensaje”. Todas las ideas preparadas, todas las explicaciones pensadas y todos los versículos leídos, de los que iba a decir algo, fueron recorridos, probablemente, en menos de 10 minutos. De pronto descubrí, un poco tarde, en esa ocasión, que tras 10 minutos tenía muy poco o casi nada que decir. Diagnostico sencillo: “no poder, por no saber”
Terminar temprano, o parecer breve, es algo que a los oradores no se les achaca sino se les cuenta como virtud, pero yo no lo sabía. A la tarde siguiente, lleno de frustración, de pena y con un sentido profundo de fracaso, me regresé a la capital en contra de las recomendaciones de Abel. Yo no quería enfrentar esa experiencia de nuevo. Durante los próximos dos años, estudiando teología, mi ansiedad crecía porque, por diversas razones, avanzaba en la teología, pero no aprendía la quintaesencia del quehacer ministerial: la predicación. Tarde, creía yo, llegaba el curso de Predicación Expositiva II, a cargo del Dr. Oscar López. Pero, fue entonces que por primera vez creí que existía una manera de aprender a predicar y, descubrirlo, me quitó el complejo de Juan Marcos que tenía desde aquel frustrado viaje.
El profesor López presentó una metodología que parecía lógica, una organización hacedera, que prometía desarrollar la habilidad de manera concreta. Gracias a la amistosa conducción del profesor, mi interés en la homilética se convirtió en pasión por la preparación de sermones expositivos de la Biblia. Desarrollé la combinación de "una técnica" y "un arte", que distan se ser ejemplares, pero que reflejan el entusiasmo por la preparación y predicación de sermones expositivos. El Dr. Haddon W. Robinson, profesor del Dr. López, se convirtió, sin saberlo, en una inspiración y en tutor de un estudiante anónimo sobre este tema. Mi blog, “Predica punto blog”, surgió como un modesto aporte para todo aquel que, como éste Juan Marcos, por muchos años, pensó que predicar era una tarea imposible. SOLI DEO GLORIA!

viernes, 13 de mayo de 2011

La Biblia y mi itinerario teológico

Fue mi madre quien de niño se sentó conmigo para enseñarme a memorizar los libros de la Biblia. Poco sabíamos ella o yo, la proyección que esa habilidad tendría a lo largo de mi vida.  Tras decidir, gracias a mentores, maestros y ejemplares cristianos que debía prepararme para servir al señor, la teología me cautivó desde el inicio de mi vocación. Me acerqué a ella guiado por mis ilustres profesores el Dr. Juan Ormé (m.2008) y el Dr. Emilio A. Núñez, ambos “teólogos sistemáticos”, en el argot académico.
Yo no tuve un “despertar del sueño dogmático”, como E. Kant, en parte gracias a la biblioteca teológica del Seminario Teológico Centroamericano, que puso en mis manos las obras de Karl Raymond Popper. La “duda metódica”, desde la Biblia, era parte de la insistencia de mis maestros, lo cual escuché, años después, de la fuente original: Charles C. Ryrie, en el Seminario Teológico de Dallas. En mi breve paso por la Universidad de San Carlos, fui sometido a las dosis “normales” de marxismo, pero el “antivirus popperiano” hizo que esas ideas terminaran de sepultarse en mis reflexiones muy privadas.
La teología nunca ha dejado de ser un interés preponderante. Preparé “infinidad” de cursos que enseñé por 20 años. Pero vuelvo cada vez con renovadas fuerzas, creciendo en mi fe y pasión, en cada nuevo acercamiento. La última fase ha sido el redescubrimiento de la Reforma Escocesa y su relación con la Ilustración Escocesa. Otra área teológica de interés ha venido por la relación de muchos años con el Dr. Armando de la Torre, ex jesuita, persona enciclopédica que tiene una fascinación por la aplicación moderna de la teología, actitud que me ha ahorrado muchos años de búsqueda y confusión. De la interiorización de todo esto, procede mi blog “la Biblia y el mundo moderno”.
Los estudios de Biblia han tenido un más lento desarrollo, pero creciente. Mi señero conductor en esa área fue el Dr. Rafael Porter, quien mas que un contenido me enseñó una actitud. “Nunca estés satisfecho con lo que descubriste, siempre hay más que encontrar”, a la vez que modelaba un profundo respeto y seriedad en el manejo del texto. Tras cursar griego y hebreo en las escuelas teológicas, hace un par de años quise volver a revisar todo ese material escribiendo el curso del primer año de griego y hebreo respectivamente. La huella indeleble de mis profesores Dr. Allen P. Ross, Dr. Harold Hoehner (m.2009), Dr. Hal Harris, me hizo volver a ello con una alegría indescriptible. Mi blog “Teólogos, teología y exegesis”, es un testimonio de ese permanente interés, que he querido poner al servicio de otros.
En cuanto la formación metodológica, son ejes forjados al fragor de oportunidades de trabajo. Escribí, dirigido por el Dr. Edward Pentecost, misionólogo y hermano de Dwight, el biblista, un largo curso de “Historia de la Iglesia en América Latina”, que me despertó un latinoamericanismo acendrado y una predilección por el método "genético y social", lo cual profundicé mas tarde en la universidad. Esa asignatura la enseñe por muchos años. No había muchos voluntarios para enseñar otro curso, el de “Filosofía y su interrelación con la teología”, gracias a esa experiencia se despertó en mi la sensibilidad por el argumento filosófico. Finalmente, mis estudios de maestría me nutrieron en la economía austriaca, el Derecho y las ciencias políticas, de una manera agradablemente complementaria. Son campos que  hoy cultivo por separado, pero que mezclo con la teología de una manera u otra.
En la vida universitaria, ha sido un deleite interactuar, en la Universidad Francisco Marroquín, sobre una infinidad de temas históricos, filosóficos y teológicos con el Dr. Armando de la Torre; debo mucho también al Dr. Joseph Keckeisen, fallecido recientemente, economista, discípulo del gran Ludwig von Mises; y también a Glen Cox, historiador y politólogo, un verdadero académico, de quién muchos condiscípulos huían, y yo tuve el enorme placer de aprender tanto de él. Estas son las principales fuerzas formativas que siguen mostrándome cuan placentero es aprender, de amigos y maestros tan capaces. De esto ultimo da testimonio mi blog “Ética derecho y libertad”.
Aparte de lo penoso que resultó no tener el doctorado en teología, no lamento haberme vuelto de la universidad de Basilea, en 1989, con la falsa “urgencia” de venir a hacer tareas que, en ese tiempo, muchos hubiesen podido hacer. Tras abandonarlo casi todo, si bien nunca a Dios, él me ha dado nuevas oportunidades, amigos, matices y una perspectiva de las cosas que es muy singular, y que he decidido poner al servicio de la Iglesia, de la academia y de mi país. Mi teología, he de reconocer, constituye, para mis viejos condiscípulos y compañeros de trabajo, un aporte curiosamente “diferente”.

sábado, 7 de mayo de 2011

La teología y el mundo moderno

Teología, solía ser una palabra exótica que asustaba a algunos, y el término teólogo era una profesión medieval que muchos relacionaban con la tonsura que depredaba las cabelleras de jóvenes frailes para simular edad y sabiduría. Hoy, con la emergencia de facultades evangélicas en las universidades, el teólogo y la teología son más familiares, sin dejar de ser del todo incomprendidas.
Teología es el conocimiento de Dios por medio de la revelación escrita”.  Theos, es la palabra griega que da contenido al discurso centrándolo en Dios, y logos es el desarrollo estructurado y formal de ese discurso a cerca de Dios. En la definición anterior, el verbo es nos dará la equivalencia de ese discurso por medio de su función atributiva o copulativa. El término conocimiento implica, a la vez, saber racional y práxis, teoría y práctica: no es teoría que aterriza siempre en práctica, ni es práctica divorciada de toda teoría. Finalmente, Dios no es un saber intuitivo que aparece plenamente percibido o detallado en la mente de cada hombre, la teología es un fenómeno textual. Dios se da a conocer en su Palabra.
En el mundo secular, la teología tiene como función cuestionar los más tenaces supuestos de la cultura moderna en nombre del evangelio. La conflictividad, como motor de la historia, que se convierte en conflictividad entre grupos humanos y en paradigma para interpretar las acciones humanas, ¿es parte de la visión social y económica de la Biblia? La preeminencia de la razón, en contra de la tradición, como autoridad excluyente de conocimiento ¿es parte de la visión epistemológica de la Escritura? ¿Es el militarismo, el confort, el materialismo y la terapeutica el ideal humano o se puede vivir la vida plena en ausencia de esas ideologías?
En el mundo eclesiástico, la teología tiene como función desafiar las necias proposiciones de la cultura religiosa. La razón como epicentro de la antropología que la separa de la voluntad y de los afectos, tornando a éstos en reductos subordinados a la razón en el conocimiento de Dios, ¿es escritural? La experiencia, como independiente y hasta superior al conocimiento de la revelación, ¿es bíblica? El conocimiento, como ajeno y superior a la piedad, ¿es enseñado en la Biblia?  La definición, en la que espiritualidad es aquello que nada tiene que ver con la materialidad, ¿es valida?
En el plano personal, la teología plantea preguntas al ser humano. ¿Existe tal cosa como un homo economicus, anterior y superior al hombre que escoge y ordinalmente arregla sus afectos libre de condicionamientos materialistas? ¿Es bíblica la visión que confunde productividad con materialismo y empresarialidad con ambición humana? ¿Es bíblica la imposibilidad de ciertos religiosos de reconciliar el trabajo con el espíritu, el capital con las ideas, y la creación material con la espiritualidad, cosas a la base de la existencia cotidiana?
En el plano social, ¿Esta el hombre todo determinado en su trajinar por el mundo o puede hacer nuevas todas las cosas? La concurrencia de los fallos en las cortes, de la enseñanza en la Iglesia y de la formación en la familia, ¿no es la esperanza para moldear, con los principios correctos, un nuevo sistema social a partir de la palabra? ¿No hemos comprobado una y otra vez que el hombre cambia de cultura cuando tiene los incentivos correctos en el plano moral, espiritual y físico?
De modo que la teología no es un discurso fuera de tono con el mundo moderno. Es la tarea de aquellos que predican, hacer teología en sus sermones que traduzca lo dicho aquí a los púlpitos y bancas de la Iglesia. En suma, la Iglesia en su proclama esta llamada a hacer que Dios sea conocido a través de su Palabra en medio de las tensiones y desafíos del mundo moderno. Ha sido una alegría haber dedicado la mayor parte de mi vida adulta a bregar con estas cuestiones y a tratar de compartirlas desde el púlpito. 

martes, 3 de mayo de 2011

La Biblia y la muerte de Osama Bin Laden

El joven millonario de 13 años, huérfano de padre, heredó 80 millones a esa edad y dedicó su juventud a luchar contra las fuerzas invasoras rusas en Afganistán. Luego, creyó descubrir la verdadera presencia del mal, concentrada en Estados Unidos y sus aliados, en Occidente y en el resto del mundo. Su vida, irónicamente, proyectó la sombra de la muerte sobre todos los países en los que centró su atención.  
En Génesis 16 se encuentra el origen de la nación árabe de la cual procede Bin Laden. Los descendientes de Ismael se convirtieron en numerosísimos pueblos. Se trata de una multitud de visiones nacionales en las que no existe la separación, típica de occidente, entre la Iglesia y el Estado, ergo, no se abocan a criterios democráticos. Visiones unidas por el Corán, siguen a Mahoma, el fundador del Islam, oriundo de la ciudad de la Meca en Arabia.
¿Quién es Mahoma? Mahoma pasó buena parte de su juventud como pastor. Después se unió al comercio de las caravanas y su éxito fue tal que la viuda rica de nombre Cadija lo puso al frente de sus negocios. Cadija  y Mahoma contrajeron matrimonio y se dedicaron al comercio. Alrededor del año 610, cuando contaba con unos 40 años, Mahoma comenzó la carrera religiosa como profeta. Por esa época había tenido amplios contactos con el judaísmo y con el cristianismo. Esto explica la inclusión de elementos “cristianos” o bíblicos en sus enseñanzas y en el Corán.
En una carrera de 100 años, a partir del siglo VII, los árabes inspirados en el Islam conquistaron Europa. Le arrebatarán al cristianismo sus más antiguos centros de difusión, Jerusalén, Antioquia, Alejandría y Cartago. España quedaría en manos de los moros hasta 1492, año del descubrimiento de América. El poder musulmán más importante desde el fin de la Edad Media hasta el Siglo XX fue Turquía. Conocido como el Imperio Otomano, el poder imperial turco terminó derrotado en la Primera Guerra Mundial. En ese largo devenir de siglos, el Islam se apoderó de Irán, Irak, África, India, Indonesia.
Con ese gran telón de fondo surgió, en Saudi Arabia, Osama Bin Laden, como continuador moderno de una vieja tradición guerrera que acentúa la enemistad con Occidente, por decadente, infiel y colonialista.  Se trata de un hombre para quien el dinero no fue problema para conseguir sus objetivos. No solo lo poseía en grandes cantidades sino se veía libre de el, viviendo austeramente entre piedras, riscos y cuevas paquistaníes. Pero su proyecto era mucho más que la audacia demencial de poner bombas y odiar a occidente. Era parte de una ideología de destrucción y muerte en nombre de los valores, supuestamente, mas elevados del Islam.
La explicación de la “Guerra Santa” de los musulmanes moderados es parecida a la del cristiano. Es algo justificado en el pasado antañón pero no en el presente. Hoy la Jijad, palabra que significa “lucha” o “esfuerzo”, se aplica de maneras espirituales, sin hacer daño físico a nadie. Pero esa no es la única interpretación del término. Unos diecisiete grupos terroristas utilizan otra interpretación para la Jijad. Entre ellos el grupo Al-Qaeda, fundado por Bin Laden, al final de los años 80s, con miras a unir a los árabes que lucharon, en Afganistán, en contra de la Unión Soviética. Su objetivo era crear un califato pan-islámico en el mundo. Buscaba expulsar de los países árabes a los habitantes occidentales que no practicaran su religión. 


Planificó atentados en Jordania durante la celebración del milenio (frustrados y llevados a juicio). Colocó bombas, en 1998, en las embajadas de Estados Unidos, de Nairobi, Kenia y Tanzania en los que murieron 301 personas. Derribó helicópteros y asesinó al personal de servicio americano en Somalia en 1993. Los atentados del 11 de septiembre, que derribaron tres aviones comerciales, las torres gemelas y atacaron al pentágono, matando a miles de civiles, pusieron a Bin Laden, como el mas buscado, en la lista del enemigo al que le declaró la guerra a muerte. Osama vivió y murió según la primitiva idea de justicia: “el que a hierro mata, a hierro muere.”