jueves, 12 de noviembre de 2009

La Biblia y su Interpretación: ¿fe o razón?

Ha sido un disco rayado “el conocimiento de Dios no se puede limitar a un libro”. Esta afirmación se puede entender ontológicamente. El ser de Dios no se agota en un libro. Pero puede también entenderse epistemológicamente “Dios ha escogido darse a conocer por los eventos que se narran en un libro”. Después de todo, lo que sabemos de Abraham, Moisés, Israel, los profetas, Jesús de Nazaret, María su madre y Pablo o Pedro, no lo sabríamos, con esa claridad, aparte de la Biblia. De modo que relativizar la información que proviene de la Biblia redunda en “des-utilidad” al conocimiento de esos personajes y su historia.

Celebrar la religión del judeocristianismo con el calificativo de “pueblo del libro”, ¿es sincero? Si tras cada afirmacion encontramos antropomorfismos y figuras del lenguaje que reducen toda hermenéutica a alegoría y todo “hecho” historico a mito, ¿cómo podemos luego, recoger con el canasto de lo literario, el agua de lo revelado? Este proceder es importante porque le quita fuerza a la responsabilidad por la ética bíblica. En la estratósfera del lenguaje figurado, Dios se evapora y la fuerza de la historia en la que “Dios se revela”, se vuelve un inframundo literario que tiene de redentor lo que la novela iberoamericana de la liberación tiene de liberadora.

El problema es en parte hermenéutico. Pero, la otra gran parte es qué creemos de la inspiración revelación y de la canonicidad. Si Shakespeare y Moisés están al mismo nivel es una cosa. En cambio, si la inspiración bíblica es la obra del Espíritu Santo por medio de la cual guió a los hagiógrafos, sin anular su personalidad, para consignar sin fallo, la revelación de Dios en los manuscritos originales, eso es otra cosa. Lo primero que cayo en la historia de la doctrina frente a la arremetida del racionalismo no es la doctrina de Dios, como creen algunos. Es realmente la bibliología, la doctrina de la revelación, en manos de los precursores de la alta crítica.

Aquellos educados bajo los epígonos de la alta crítica, jamás reconocerán que “revelación es lo que el hombre de otra manera jamás podría conocer”. A la Biblia, se la descuenta y relativiza primero; una vez devaluada se esta dispuesto a dialogar sobre la fe existencial. La creación, el mar rojo y el gran pez de Jonás son los excusas que se sacan a relucir, “contradicciones”, que a la alta crítica le fueron indiferentes, por la actitud previamente asumida. Reconciliables son, pero no para quien descuenta de antemano el largo devenir histórico y literario de la Biblia.

La autoridad que los libros bíblicos adquirieron sobre el pueblo de Dios (canonicidad, o cuáles son los libros que consideramos inspirados), es otro punto que se relega a la pastoral. Pero en la academia ¿a quien le importa? Se asume que es superior buscar “la ética”, “la fe”, “la responsabilidad” y “el amor”, como criterios cardinales para toda conducta, pero sin tener una base histórica para ellos. ¿Sobre qué se sustentan? Sobre la “idea de Dios” (Israel) y sobre el proyecto llamado “cristianismo” (Iglesia). Para mi, ambas ideas totalmente vacías, aparte de una base cognitiva que me diga algo confiable acerca de su origen. No se trata de la teodicea, se trata de que para creer en algo, alguna información válida debo tener sobre ello.

Ese es el eclesiocentrismo. Sustraerle toda autoridad a la Biblia y entregarla a la Iglesia. Al amparo de sus muros, adopta el refugio de la hermenéutica. Sin caer en cuenta que Israel y la Iglesia son cuestionables aparte de la Biblia. Así, se estima que la Biblia esta escrita en lenguaje figurado, toda ella es “analogía”, sin preguntarse por el sustrato cognitivo que se guarda entre “Dios”, y los términos cognocibles. Sin correlato entre lo absoluto analógado (ana= de arriba) y la semejanza cognocible, no hay forma posible de llenar el vacio entre la eternidad y el conocimiento del hombre. ¿No es eso lo que hace la fe? De otra manera, cuando Dios dijo “sea la luz”, no se refería siquiera a la selección natural. Contaba un cuento de hadas para pueblos atrasados, historieta para niños. Quizá creen que hoy se escribiría un mejor Génesis, pues la razón superó a la revelación.

Pensar así, equivale a creer que en la revelación Dios no esta dándose a conocer, realmente se esta escondiendo. Nunca se enteró esta posición que, aun el lenguaje figurado, tiene una interpretación gramatical, que se ha de asumir, sin ser literalista, de otra manera la comunicación, aun la evocativa y poética, es imposible. Sin esto, la Biblia se convierte en un gran acertijo y la fe, aquello que llena el vacío entre la eternidad y la humanidad, carece de asidero como supuesto fundamental para el conocimiento de Dios. Esa es la herencia de la corrosiva crítica alta y del viejo liberalismo alemán, ahora con nuevos rostros.

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