sábado, 21 de noviembre de 2009

La Biblia y los orígenes del ser humano

Un 22 de noviembre de 1859, hoy hace 150 años, vio la luz y se agotó la edición del libro de Charles Darwing, “El origen de las especies”. La historicidad de los primeros capítulos de Génesis se vio cuestionada por esa publicación. El embate se agravó, cuando se equivocó la “teoría” tomándola por un “hecho”. Génesis no es ciencia y abordaba los orígenes con la misma naturalidad que el resto de la historia bíblica, Dios interviene todos los procesos humanos.


De hecho, la Biblia define al hombre como un ser creado. Según eso, obtiene en el acto de creación, una parte material, el cuerpo, y una inmaterial (polifacética: mente, voluntad, conciencia, corazón, espíritu y alma). Por supuesto, la única razón para no creer en la creación es la evolución biológica. Si postulas una evolución biológica, el alma y el espíritu son conceptos que no tienen explicación ya que todo lo que el hombre posee a nivel inmaterial son las capacidades del cerebro. Toda la "espiritualidad" del hombre se reduce a su mente.


Sobre la teoría de evolución hay que señalar lo siguiente. PRIMERO, todo el sistema depende de la selección natural. Y ¿que es lo que me explica como sucedió la selección natural? Se postula un edificio genético, o sea genes que propulsaron el proceso: genes represores, genes liberadores, genes aporepresores, genes creadores de nuevos genes etc. Así, se explica la selección natural. Por supuesto, como ese edificio genético funcionó hace millones y millones de años, nadie lo vio en acción. Es una explicación conceptual, no es demostrable por la teoría.


SEGUNDO, la selección natural, que mejora a las especies, a su vez, depende de las mutaciones que producen mejoras en los organismos que las poseen. Pero resulta que las mutaciones en medicina se usan para explicar más bien los defectos en las especies: enfermedades, defectos, ausencia de órganos etc. Es decir, parece que las mutaciones van en sentido opuesto al progreso o mejora de las especies propuesto por Darwin.


TERCERO, faltan los fósiles que confirmarían las formas intermedias. No hay evidencia de cambios, mas allá de los supuestos humanoides de "neandertal" o "cromañón", que en todo caso, son composiciones de distintas fuentes u orígenes, poquísimos huesos, que provienen unos de animales y otros de humanos. Pero fuera de los "humanoides" no hay registros fósiles que, en gran o pequeña escala, ilustren las fases intermedias en animales. Habrá una rarísima especie viva que "parece forma intermedia", cuya vida ilustra su propia transmisión e historia genética y no es un fundamento adecuado para explicar la evolución.


CUARTO, la nada no produce algo. ¿De donde sacaron los protozoos sus dientes? QUINTO, finalmente, parece que si postulas suficientes millones de años, todas estas dificultades se resuelven y lo imposible se hace posible. Si logras esconder el problema en un oscuro fondo de millones de años, la ciencia surge triunfante y “el círculo puede llegar a ser cuadrado”. Como decía un profesor de Estados Unidos: “el tiempo es una varita mágica que lo resuelve todo”.


Una hada madrina toca a un sapo con su varita mágica y se convierte en príncipe, eso es un cuento de hadas. Pero si millones y millones de años tocan a ese mismo sapo y se convierte en hombre, eso es ciencia. De modo, que este tema no esta del todo resuelto, salvo que escojas creer en cosas no vistas, con el mismo fanatismo religioso que se le imputa a la fe.


Por todas estas razones, es posible concluir que la evolución es sólo una hipótesis de trabajo sobre los orígenes. No es absurdo sostener que se requiere tanta fe para creer en la evolución, como la que se requiere para creer en el relato bíblico de la creación. Su popularidad, no significa que sea más científica o comprobable que la creencia en la posibilidad que Dios creara al mundo de la nada. Sea lo que creas, debes admitir que hay extensos terrenos de cosas no comprobables. Te pregunto, ¿tu estabas ahí? Yo, no.

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