De manera comedida e inteligente, Álvaro Velásquez, en Siglo XXI, 17/09/2009, critica la postura de la Alianza Evangélica de Guatemala, en torno a ProReforma. Es necesario explicar el origen de la relación entre estas entidades. Empezó hace dos años cuando no se había lanzado la campaña de reunir firmas. Fue una iniciativa ajena a las dos asociaciones. El Instituto de Servicios a la Nación convocó a la Directiva de la Alianza y de ProReforma para averiguar en que consistían las Reformas y si era posible un entendimiento entre ambas entidades.
Ya existía en el Instituto de Servicios a la Nación, por razones teológicas, la desconfianza que Velásquez percibe en contra del positivismo jurídico. Las causas no pueden explicarse en su totalidad ahora. Pero empecemos por aceptar que los cambios de tradición jurídica no son nuevos. Primero, se ve en la imposición de Justiniano, que hizo del derecho consuetudinario romano derecho positivo; segundo, en el derecho canónigo de Gregorio VII, que centralizó el poder de la Iglesia por medios jurídicos, cosa que, tercero, reñía con el derecho consuetudinario de los pueblos germanos, entre los cuales la Iglesia servía; cuarto, Lutero mismo quemó el derecho canónigo, juntamente con la bula de excomunión, como mecanismo de adhesión al derecho más cercano al pueblo de los electores Juan y Federico de Sajonia (en contra del derecho positivo); hasta llegar a la Revolución Francesa (1789-1799) que redefinió las penas, las leyes y los instancias legislativas, alejándose de la lex consuetudinis.
En otras palabras, cambiar de escuela de Derecho ha sido una constante en la historia, hasta que en Inglaterra y los países nórdicos se asentó una versión que promueve el Estado de Derecho y a la persona humana. Fue un triunfo, mas que de la "paleoeconomía", del "paleoderecho", con su republicanismo y su respeto a la persona humana. “Paleo” es una buena palabra que significa antiguo, como el respeto que se tiene por las “paleo” normas bíblicas, que no por ser antiguas son de menos valor.
En fin, la argumentación de la Alianza Evangélica es en todo momento “teológica”, a partir del dato político central de las Escrituras: el infinito valor de la persona humana; de ahí, se pasa a rechazar el sistema político actual que crea privilegios políticos, legales o económicos según sea el caso. Para luego aterrizar en un argumento moral: en donde se crean fueros y privilegios, se relativiza la moral de todos, porque todos nos hacemos indiferentes al prójimo, a las reglas de convivencia y a la ética en general, porque los derechos de todas las personas se han hecho relativos, por ley. Ese desborde de inmoralidad produce violencia en Guatemala.
Pero Velázquez dice algo que la presentación de la Alianza no dice: “la conclusión absurda de que el pecado sólo se ve en el Estado y no en el mercado”. Esto es serio, porque la presentación no menciona el mercado ni una sola vez. ¿Si no lo hace como puede santificarlo? La conclusión absurda es, precisamente, de quien saca del silencio, un argumento a favor del mercado. A propósito del silencio, dice el autor que el esperaba (aqui exagero yo) una lluvia de textos bíblicos. ¡Vamos hermano, no pretenderá que la exegesis bíblica sea tomada en serio por una Comisión del Congreso! No fuimos a un culto.
Quizá usted no lo sepa, pero en las 95 tesis de Lutero, el corazón de los orígenes de la Reforma Protestante, se cita la Biblia una sola vez (y sin versículo, 1. Co. 12, Tesis 78). La Alianza no es una Iglesia, es una suma de Iglesias, un grupo que vela por los intereses de todas las Iglesias en relación con los poderes del país. Su voz cobra sentido si representa la enseñanza central de la Biblia: el infinito valor de la persona humana. Precisamente, eso fue lo que hace dos años descubrimos como coincidencia con ProReforma (y con la Constitución Política de la República de Guatemala).
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