Un canal de
televisión prepara su programación a la luz de lo que eleva los “ratings”. La
audiencia es todo. Comunique o muera. De modo que lo que presentan no puede
despegarse de ese principio. Presentar
el evangelio secreto de Judas, que nada de secreto ni nuevo tiene, es parte de
ese sensacionalismo. Los documentos egipcios de Nag Hamadi, de los cuales ese
texto es parte, son un viejo descubrimiento de los años cincuentas. La
comunidad religiosa los estudió y concluyó que eran los documentos de una secta
quizá del tercer siglo D. C.
Presentar “El
código da vinci”, la novela de Dan Brown, como si fuera historia, obedece al
mismo efectismo. Así, la programación de los “Enigmas de la Biblia”, sobre “la
semana santa”, “las ciudades pérdidas”, “En busca del arca de la Alianza”, “El
código secreto del libro de Revelación”, “La verdad sobre el Éxodo”, “En busca
de Noé”, “Los reyes de Israel”, “Caín y Abel”, “Los secretos de los Manuscritos
del Mar Muerto”, (y muchos más), quieren ratings. El juego se llama
“sensacionalismo y ratings” y los programas se crean en torno a una mesa de planificación
o programación.
Son mucho los
temas como para poder discutirlos acá. Me interesa destacar solo algunas ideas
sobre esta programación. Ser críticos empieza por destacar que lo importante no
es el hecho de que mencionan la Biblia. Eso hasta Satanás lo hizo y se la citó nada
menos que a Jesús mismo. Lo importante
es, qué están diciendo de la Biblia. ¿Porqué siempre el narrador concluye, “el
sermón del monte no pudo suceder como la biblia dice porque …”; “las plagas del
Éxodo pueden explicarse racionalmente”; “el arca de Noé científicamente no
puede estar en el monte Hararat”; “el Arca perdida no tuvo una existencia
real”, “Sodoma y Gomorra no son ciudades reales sino moralejas”.
Los asesores teológicos
de “Los enigmas de la Biblia”, son teólogos que no creen. Pensadores que comparten
cierto prejuicio a favor de la duda, la validez de algo depende solo de su
comprobación racional. El hecho histórico no es teológico, para ellos es
primero científico. La opinión no es exegética es circunstancial. No toma en
cuenta toda la Biblia sino el segmento “bajo el microscopio”. Eso distorsiona
los resultados. La forma final del programa es una combinación entre las
posturas que adoptan estos profesores y los editores “artísticos” del programa.
Para los ratings la opinión del teólogo interesa solo en tanto insólita, chocante
porque eso vende. De esa extraña combinación entre “teólogos empiristas” y “editores agnósiticos” surgen las opiniones
que luego millones “disfrutan” en estos canales.
El profesor de
teología fue escogido porque en la oferta y la demanda de opiniones hay para todos
los gustos. Incluso para ese acuerdo tácito entre los que opinan y los que
preguntan: ambos quieren un producto “light”, que con el giro de lo inesperado
mantenga la atención. Causa “ratings”
negar una parte de la Biblia, o decir que la ciencia la prueba o desaprueba, o
escuchar al “profesor de la universidad” tal, hablar de lo poco razonable y
científico de esto y aquello. El punto
clave no es negar lo milagroso y teológico, ni siquiera exaltar lo humano y
racional. El punto es sorprender, es el efecto mediatico, sin importar la fe de las mayorias.
Estos
programas no estudian la Biblia, sino
la utilizan; no explican la Biblia,
la retuercen a la luz del opinionismo; no
interpretan la Biblia, interpretan el interés del hombre moderno; no hablan
de teología, hablan de fenómenos; el
personaje central de la Biblia no es Dios, es el hombre al que hablan. No
quieren edificar, buscan entretener.
La mentalidad light de nuestro día tiene hambre de eso: entertaining. Esa es la
demanda de una audiencia, superficial, olvidadiza e indiferente.
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