¿Qué esperamos en la Iglesia hoy? ¿Un día de reunión? ¿Una palabra elegantemente preparada? En Hechos 1 a los creyentes se les ordena esperar el poder del Espíritu. Nosotros debemos esperar la capacitación divina para testificar en nuestro vecindario. Esa promesa se actualiza cuando los creyentes son hechos parte la comunidad (1Co. 12:13) que testifica hasta lo último de la tierra por el poder de Dios (Hch.1:4, 8 12).
El sentido de expectativa tiene sus propios medios de comprobarse. Esperamos su poder y su promesa cuando estamos “perseverando unánimes” (Hch.1:14). Estar juntos hoy aquí es identificarnos ya como comunidad que se prepara para testificar. Somos la familia de Jesús, aquellos que buscamos hacer su voluntad. Como dijera el “aquel que hace la voluntad de mi padre que esta en los cielos, ese es mi hermano, y hermana y madre” (Mt 12:46-50). Perseverar unánimes tiene como propósito expresar comunitariamente la esperanza de la promesa del padre actualizada en los que creen (Hch.1:4).
El sentido de expectativa también se ve en que nos hallamos “en oración y ruego” (Hch.1:14). No esperamos cruzados de brazos o entretenidos por otras cosas. Esperamos concentrados en el señor. La oración es una parte importante del libro de los Hechos. En el capitulo 1 se manifiesta como actividad habitual (Hch.1:14), pero también esta el contenido por el que se oraba (Hch.1:24-25). No vamos a orar por la instalación de nuevos apóstoles, pero si oraremos por la manifestación de la soberanía de Dios en la vitalidad del liderazgo, como los apóstoles esperaron en el Espíritu para dar el próximo paso.
El aposento alto fue el lugar en donde Jesús y sus discípulos estuvieron juntos por última vez. Ahí volvieron después de haber sido apresado el Señor. La separación física y espiritual de Judas hace que ahí en el aposento alto los discípulos oren por que el señor se manifieste soberanamente sobre el liderazgo. No hubiese sido posible ver desplegada la soberanía y dirección de Dios para ese fin si estaban separados. Se reunieron como comunidad de fe para ver al señor dirigiendo a su pueblo. El resultado del sentido de expectativa es que Dios recompensa manifestándose a cada cual, y a toda la congregación, en palabra, en discernimiento y en poder (Hch.1:24-25).
¿Qué espera la iglesia hoy? La Iglesia espera los signos de la nueva creación, la oración respondida (el poder), el gozo y el amor, como antecedente bíblico de que Dios se ha propuesto visitar a su pueblo para hacer habitar su gloria entre nosotros (Jn.15:10-17). Estos frutos son mucho más profundos en tanto y en cuanto tienen que ver con la calidad de vida que el reino propone al creyente (Gá.5:18-23).
Otro cosa que esperamos como resultado de la obra del Espíritu es crecer. Hechos dice que “el señor añadía cada día los que habían de ser salvos” (Hch.2:47). La perspectiva de crecimiento que deberíamos tener no es mensual o anual, Hechos dice “cada día”. Es el resultado de esperar perseverando unánimes pidiendo y rogándole que el manifieste su soberanía, su poder y su gracia a esta comunidad, presidida por el Espíritu Santo. Este crecimiento no es un fin en si mismo, ni siquiera parece ser la preocupación principal de los líderes de la Iglesia, es el resultado la presencia de Dios entre su pueblo.
Pero es claro que en donde la iglesia espera en oración que la voluntad Dios se haga patente y se manifieste su presencia y su gloria, Dios añade gente a su pueblo. En Hechos 1 el añadido concreto fue Matías al equipo apostólico: “y la suerte cayó sobre Matías y fue contado con los once apóstoles” Hch.1:26. Debe haber alguna dinámica por la que la comunidad permite que se manifieste la voluntad y soberanía del señor en el corazón de cada uno. Los bautistas preguntan a la congregación que le esta diciendo el Señor; otros quizá lo hagan por medio del liderazgo que consulta al señor en oración. Otros oran buscando consensos, pero de una u otra manera esperamos siempre que el señor nos dirija.
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