Con los ataques a la propiedad del siglo XIX, cobró auge entre algunos estudiosos de la Biblia la idea de que Hechos 2 era la versión cristiana de las ideas de K. Marx. Esa opinión se repite hoy con más audacia que sustento contextual. A continuación veamos otro análisis de esos eventos. Lo primero que hay que observar es que los discípulos, tras el arresto de Jesús, volvieron al lugar del cual habían salido, el aposento alto. Tras la resurrección se habla ya de “el lugar donde los discípulos estaban reunidos” (Jn. 20:19). De hecho la ascensión del señor les sorprende conviviendo en ese lugar (Hch.1:13).
En segundo lugar, hay que preguntarse porque permitió Dios que la Iglesia tuviera la experiencia del comunitarismo. Es claro que nosotros no podemos repetir la experiencia de Jerusalén, pero si podemos proclamar la experiencia de Jerusalén. Me parece que la intención es kerigmática, es para recalcar la unidad del Espíritu y el auxilio de la iglesia frente al temor del ser humano. Los discípulos estaban ahí por miedo (Jn.20:19 cp. Gn.3:10).
En tercer lugar, la voluntad del señor no era que se quedaran reunidos ahí para siempre. De hecho la orden a los discípulos fue ser testigos a “Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hch.1:8). Por eso no debe sorprendernos que tras la muerte de Esteban, “hubo una gran persecución contra la Iglesia que estaba en Jerusalén y todos fueron esparcidos… salvo los apóstoles” (Hch.8:1).
Cuarto, la venta de los bienes era voluntaria y no una exigencia de la conversión. En el plano espiritual era expresión de la dirección y unidad del Espíritu. La experiencia de Ananías y Safira deja en claro que la propiedad no estaba bajo ataque: “reteniéndola ¿no se te quedaba a ti? Y vendida ¿no estaba en tu poder?” (Hch.5:4).
Quinto, ¿quiénes serían los misioneros? Posiblemente los cristianos que no tenían propiedades. No es descabellado sugerir que aquellos sujetos a la dirección de “vender”, también debían obedecer a Dios en la orden de misionar y que ambos actos están concatenados. Hoy quizá sea otra cosa pero entonces no se podía misionar con grandes propiedades productivas y negocios que atender. De ellos se habían desentendido los creyentes tras la experiencia de conversión y unidad del Espíritu. Proclamar la experiencia de Jerusalén incluye el poco apego a lo material para poder misionar.
Sexto, parece que quienes no acometieron la orden de vender y la orden de misionar bajo la dirección del Espíritu sino bajo el signo de Ananías y Safira, se quedaron en Jerusalén, sin bienes y sin sustento. Pablo, tomó ocasión de esto para retomar la compasión antiguotestamentaria, solicitando ofrendas para los creyentes pobres de Jerusalén. Es curioso que es la única comunidad cristiana para la que se solicita ayuda (Ro.15:26; 1Co.16:3,2Co.8,9). Aquellos que hicieron sacrificios materiales sin la intención de misionar el resultado no fue “teología de la prosperidad” sino pobreza.
Finalmente, la iglesia no puede volver a la experiencia de la iglesia primitiva pero si debe enseñar, en el contexto de la misión en Hechos, que es necesario continuar predicando hasta lo último de la tierra. La iglesia no es una comunidad de bienes sino una comunidad de dones, en donde cada uno pone al servicio de Dios su don para la edificación del cuerpo. Como en Jerusalén, los creyentes debemos considerar cómo poner de lado nuestros bienes para servir al señor más plenamente. Esa fue la oportunidad que tuvo la primera Iglesia para encender la luz apagada de Israel y alumbrar a las naciones. La Iglesia universal es producto de ese primer sacrificio.
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