Conversando con un buen amigo, pastor neo pentecostal, me preguntaba “¿qué crees tú sobre los milagros?”. Me decía “hay teólogos que parecen no creer en ellos”. Su perplejidad es comprensible porque los creyentes parecen repartirse entre aquellos que ven a Dios actuar de la misma manera hoy que en la Biblia y quiénes parecen no verlo así. Quizá esto último no está bien expresado. Todos creemos que Dios actúa hoy como en tiempos bíblicos, pero al entrar a calificar el cómo, el cuándo y el para que, parece haber alguna confusión. A mi juicio, lo que esta en juego es cómo interpretamos algunos textos.
Yo le explique a mi amigo que debemos poner las cosas en su justo punto. Primero, Dios es la primera y máxima realidad para todos los creyentes. Si eso es así, conocerlo y creerle es fundamental, sin importar que piense alguien sobre estos o aquellos dones. Segundo, la Biblia expresa que toda nuestra vida es sobrenatural. Dios nos formó, Dios sostiene nuestro hálito día con día y providentemente nos provee y protege. Si eso no es milagroso, yo no sé de qué otra forma llamarle. En tercer lugar, cuando hablamos con Dios, cerramos los ojos para fijarlos en su presencia, y transportanos al plano más sobrenatural que nos sea dado imaginar. De modo que nuestra vida es un milagro y nuestra relación con Dios también.
Supongo que lo que preocupaba a mi amigo no es nada de lo que dije, pero es importante mencionarlo porque todos creemos en lo sobrenatural si somos creyentes en Jesús. Lo que le preocupaba es si Dios se comunica en forma de sueños, visiones o profecías o si hemos de atenernos a la Biblia solamente. En este punto también hay matices. Primero, todos los que creemos que la Biblia es la autoridad debemos explicar en qué sentido lo es. No es para negar que exista la ciencia o la sabiduría humana. Es para afirmar que existe un tribunal de apelaciones final, cuando se trata de escoger entre muchos textos, voces y propuestas que me dicen lo que debo hacer con mi vida. Es Dios quien tiene la autoridad final sobre mi.
Segundo, a todos los que creemos en la autoridad de la Biblia, se nos impone una reserva para lo sobrenatural en nuestra vida. Si buscamos activamente los milagros o no, quizá deba también discutirse, pero por de pronto, el punto es que sabemos que Dios actúa sobrenaturalmente en nuestra vida. Tercero, creer que la Biblia es normativa para la vida incluye recordar el papel milagroso de la palaba de Dios. Sus palabras sanan y representan el carácter de quien las pronunció, dando base segura a nuestra fe.
Cuarto, quienes insistimos que la Biblia es la fuente de sabiduría para vivir, creemos que Dios nos hace recordar un pensamiento, un versículo o una aplicación de ella, al estar en necesidad de sabiduría divina. Ese acto de recordación oportuna es, en tiempo y contenido, totalmente sobrenatural. Quinto, quienes creemos en la normatividad de la palabra, creemos que las palabras dichas, en los tiempos bíblicos, a un profeta, un vidente o un apóstol, como instrucciones particulares, son normativas para él. Se aplican a nosotros de manera diferente de lo que se aplicaron a él; se nos aplican en tanto son bíblicas.
Sexto, quienes vemos que la Biblia es normativa convergemos con muchos creyentes, practicantes del don de profecía, de sueños y de visiones, en que esas instrucciones divinas son normativas para quien las recibió y no para otros. Séptimo, si vemos la Biblia como normativa, lo importante será tratar de entender el propósito de Dios para hoy y saber cuál es la base de mi relación con él hoy. Si en el presente no llevo sacrificios al templo, que la Biblia claramente prescribe, ¿seré incrédulo o será que ya no es bíblico hacerlo? Si no hablo en lenguas hoy ¿seré incrédulo o será que no están en juego los idiomas para la evangelización (Hch.2:8)? Si no he recibido el bautismo del Espíritu Santo, seré incrédulo o será que en la “glosolalia” y en éste bautismo se confunde bautismo con llenura? Si no recibo sueños, visiones y profecías ¿me inhibe eso de depender del Señor y conocerle íntimamente o es esa una excepción que no afecta la calidad de mi vida cristiana día a día?
En fin, en mi opinión, en cuanto a lo milagroso, como dije al inicio, hay un pleno acuerdo. Lo que está por aclararse es, por un lado, cuál es el propósito o sentido del plan de Dios para hoy y, por el otro, cual es la sana interpretación de algunos pasajes claves de la Escritura en torno a este tema (1. Co.13:8-10; 12:13 y 14:22 y ss.). Sobre esto, el diálogo nos demanda que la experiencia no contradiga ni se superponga a la exegesis de los pasajes bíblicos.
Estos son los datos para el diálogo: solo dos pasajes mencionan el bautismo del Espíritu Santo en todo el libro de Hechos, uno anunciándolo (Hch.1:5), otro recordándolo (Hch.19:5). El tercero es Hechos 2:1-13 en donde el evento ocurre. Todos los demás pasajes, en Hechos, hablan de la “llenura” del Espíritu, cosa que se refiere al control capacitador del Espíritu sobre el creyente para hacer algo, y difiere del Bautismo de Hechos 2 (la obra por medio de la cual el Espíritu Santo introduce a los nuevos creyentes al cuerpo de Cristo en toda la cristiandad cp. 1 Co.12:13). Entre tanto la Iglesia continúa oyendo Su voz con un solo fin: estar “Semper reformanda”.
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