Introducción
Para conmover a una ciudad debemos mover a la Iglesia. Solo el liderazgo que sueña grandes sueños, mueve a la Iglesia y se mantiene despierto y atento. Un liderazgo sin grandes sueños, no produce grandes despertares y esta en peligro de no salir del coma.
¿Cómo sabe usted que su iglesia no puede crecer más? ¿Cómo sabe usted que usted ya alcanzó el límite de sus posibilidades? ¿De qué esta hecha la vida cristiana, de las limitaciones del ser humano o del poder de Dios? Yo no vengo a desafiarlo a romper moldes y quebrantar reglas. Mi intención es más modesta. Solo quiero hacerlo pensar.
Cinco por ciento de las personas piensan, y quince por ciento creen que piensan y ochenta por ciento preferirían morirse antes que pensar, decia el predicador Tim Timmons. Pero si usted decide pensar no habrá quien lo detenga. Por eso creo que mi misión como maestro es pedirle a la gente que deje de ser del ochenta por ciento y se vuelva verdaderamente del cinco por ciento.
El doctor Howard Hendricks, profesor de ministerio cristiano en una escuela que asistí, cuenta de la señora Dickens. Tenía ella 90 años cuando le dijo “Hendricks ¿cuáles son los últimos cinco libros que has leído”? Cuando celebró su fiesta de cumpleaños número 90, compartió con sus invitados las metas de su vida para los próximos 10 años. El Dr. Hendricks cuenta que la señora Dickens murió, pero ella estaba realmente viva, a diferencia de otros que están muertos pero no serán enterrados sino dentro de 40 años.
Mover a la iglesia y conmover a la ciudad solo podrá hacerse por gente como la señora Dickens, que este realmente viva. No basta con que la Iglesia reclame tener vida eterna, es importante que la Iglesia este viva, y más importante aún, que la iglesia se avive, y que esa vida sea para entender los propósitos de Dios. “Oh Señor, aviva tu obra en medio de los tiempos” dijo Habacuc. Cuando Habacuc (3:2) oró así no estaba pidiendo prosperidad sino juicio. Dios le había revelado que los caldeos se las cobrarían todas en nombre de Dios y Habacuc dice señor que se cumpla tu voluntad para esta nación
Esa es la ventaja de orar y predicar proféticamente. Estamos pidiendo lo que Dios quiere hacer y no lo que al hombre le apetece. Tú tienes que redescubrir los profetas si quieres un avivamiento en Guatemala. Dios quiere todas tus posibilidades, todas tus capacidades, todas tus fuerzas, toda tu inteligencia, porque la tarea que tenemos es muy grande: conmover a una ciudad, convertir a una iglesia y transformar un país. Ese es el desafío que tenemos.
Para eso, Dios nos ha dado grandes recursos y los vamos a usar. Tenemos la oración, la palabra y el poder del Espíritu. Tenemos una agenda clara: ser discípulos que son como Cristo. No digo “hacer”, porque para “hacer” algo primero tenemos que saber en consiste ese algo. Ser discípulos va primero y esta vez no vamos a esconder la cruz del discipulado, ni el negarnos a nosotros mismos. No estamos invitando a una fiestecita de cumpleaños, estamos invitando a seguir a Jesús, el rey de reyes y señor de señores, y el pide compromiso. Pero todo lo que el nos pide es suyo y todo lo que le demos nos lo ha dado ya multiplicado. Agustín de Hipona repetía a menudo el versículo de 1era Corintios 4:7, ¿y qué tenemos que no hayamos recibido de Dios?
Dios nos ha dado todo lo que se necesita para transformar las instituciones y las actitudes de esta nación. Vamos a construir una nación desde el púlpito y vamos empezar por casa. Este es el primer episodio en esa gran meta que Dios nos ha puesto por delante. Así que a caminar se ha dicho. La iglesia es peregrina y el peregrino camina hacia adelante. ¿Qué recursos tenemos para hacer la obra de Dios en el siglo XXI? Veamos…
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