domingo, 17 de octubre de 2010

Centralidad de la palabra de Dios


 Primer compromiso
Mantener unidos el conocimiento bíblico y la predicación
Problema: PREDICAMOS MUCHO PERO NO CONOCEMOS BIEN LA BIBLIA

¿Cómo usamos la Biblia en nuestro ministerio? ¿Somos expertos en aquello que deberíamos ser? ¿Cuándo Dios nos llamó a qué le dijimos si? ¿No nos apartó para predicar y enseñar? ¿Es usted pastor o se ha dedicado a servir las mesas? ¿Recuerda Hechos 6? Hay pastores que prefieren ser constructores, administradores, sanadores, visitadores, menos predicadores. Lea de nuevo Hechos 6

Para cumplir con ese compromiso tenemos el don de Dios: “Toda la escritura es inspirada por Dios y útil, para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia a fin de que el hombre de Dios sea enteramente preparado para toda buena obra.” 2 Tim. 3:16
Lo más íntimo que tiene usted de una persona es su aliento, fresco y cercano. La palabra de Dios es eso. Es el hálito divino, es la respiración de Dios, es Dios hablando al oído a su hijo amado.  

Tenemos un contenido en esas palabras. Dios guió a sus santos a escribir en ella todo aquello que el quería que nosotros entendiéramos. 2 Timoteo 3:16 se refiere al Antiguo Testamento, Efesios 2:20 se refiere al Nuevo: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. La Biblia es un libro fundamentalmente cristiano. Ambos testamentos apuntan a Cristo. Por supuesto, muchos espiritualizan el Antiguo Testamento poniendo a Cristo en donde no esta. Otros no lo muestran ni siquiera en donde claramente aparece proféticamente. Cristo es la unidad de ambos testamentos: Gn. 49:10; Dt. 28:20 cp. 34:7;

Yo he descubierto que muchos nos sentimos inseguros precisamente en aquello a lo cual nos dedicamos. Un pastor recientemente me dijo: hermano, la razón por la que no predicamos expositivamente es porque no conocemos bien la Biblia. ¡Eso fuer revelador para mi! Fue la cosa más iluminadora que he escuchado, porque me permite proponer soluciones. Para predicar primero debemos saber bien de aquello que predicamos. Podemos conocer los argumentos de los libros de la Biblia: ¿Cómo? Coleccione, compare y estudie bosquejos de cada libro de la Biblia. Ha visto como se organizan los libros en torno a un tema y se divide en capítulos y vs. Pues ahí tenemos una posible solución.

Coleccione esos bosquejos, cópielos, compárelos, estúdielos, ¿en qué se diferencia el de este autor con el de aquel otro? Ese es el estudio sintético y nada mejor que el método sintético para conocer el argumento de los libros bíblicos. ¿Donde encontrar los bosquejos? En biblias de estudio, en comentarios y en diccionarios bíblicos. Léalos, entiéndalos y diagrámelos, a ver cómo se resume el mensaje del texto de manera visual.

Predicamos no para hacer a la Biblia pertinente, si no para mostrar qué es pertinente. Es posible dedicarse a dar información que nadie pidió y contestar preguntas que nadie esta haciendo, y en el proceso olvidar la pregunta más importante del oyente: ¿qué significa esto para mí?  Esa pregunta se responde señalando en dónde se enfrenta el problema, cuándo suele presentarse y cómo puede resolverse. Esto se elabora no en lugar de la explicación del pasaje, sino como un derivado directo de ella. 

Además, es posible dar conceptos y no mostrar en dónde se encuentran en la vida. Tome nota cómo otros ilustran conceptos. Lleve un inventario de ilustraciones. Acuda a los ejemplos más simples de la vida para mostrar una idea. ¡No lo diga, muéstrelo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario