Las primeras letras de la Biblia hebrea son “En el principio Creo Dios.”[1] Tres palabras en el original. La última sección del
último libro de la Biblia
hebrea, 2 Crónicas 36, terminan con “el primer año de Ciro Rey de los persas…”
¿Qué significado tiene
eso? Que el Dios que empieza como rey soberano disponiendo del proceso
creativo, derrotando a las fuerzas de lo inanimado, ahora debe mencionar a otro
rey, Ciro, bajo cuya autoridad se encuentra toda la tierra y en especial el
pueblo de Dios.
Pero lo paradójico es que
a diferencia del primer hombre y de la primera mujer, este rey pagano reconoce que “Jehová el Dios de los cielos me ha dado
todos los reinos de la tierra.” [2] Un eco lejano de "He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer."[3] Ciro tiene una perspectiva teológica del poder, por ello, alienta al pueblo a
volver del exilio, autoriza a lo que queda de Israel a construir el templo.
Al hablar de teología uno
no puede sino imitar a Ciro. Reconocer que así como lo de Ciro era el poder y,
según él, Dios se lo había dado, para el teólogo, lo suyo es conocer a Dios, y
no se puede menos que reconocer que de Dios hemos recibido todo.
Al empezar a hablar de
teología toma sentido la soberanía de Dios, su gracia, su obra de amor en la
creación, su paciencia y su obra total a favor del hombre. El hombre aporta su
rebelión, su desobediencia, su radical finitud y su permanente traición, Dios
aporta el perdón.
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