domingo, 23 de diciembre de 2012

Qué celebramos en Navidad: La historia detrás del pesebre


No son las fiestas paganas de Saturno, o saturnalias romanas. La tradición de la navidad viene de Jerusalén y no de Roma, aún cuando la fecha se discuta. Realmente se remonta a una antigua promesa hecha a un hombre de las proximidades del Golfo Pérsico. Abraham, oriundo de Ur de los caldeos, a quien Dios llamó y entregó la promesa “en ti serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gn.12:3). El Antiguo Testamento relata la historia de los descendientes de Abraham, de cuyo linaje vendría uno de la tribu de Judá, en cuya mano habría un cetro, ante quien “se inclinarán sus hermanos” y aun los pueblos, un hombre que en lenguaje poético se describe vestido color vino, es decir, vestiduras teñidas de sangre (Gn.49:8-12). Es el león de la tribu de Juda, un descendiente de Abraham que sera rey.
En tiempo de gran desesperación nacional Dios levantó al profeta Samuel quien ungió rey a David, a quien Dios le prometió “será afirmada tu casa y tu reino para siempre” (2 S.7:16). Muchos años después, entre el año 739 al 700 A. C., Isaías recibió una profecía dirigida al rey Acaz, rey de Judá, anunciando tres cosas 1. Que el rey sirio Rezim y el rey Peka del Norte, Israel, se habían confabulado contra Judá; 2 Que Judá no debía temer esa confabulación porque Dios no la permitiría; Querían poner por rey en Judá a Tabeel, un rey que no descendía de David (Is.7:6). 3. Que a Acaz le sería por señal que antes que un niño naciera y tuviera uso de razón la tierra de esos dos reyes sería desolada (Is.7:7-16).  El niño, Emanuel, hijo de la profetiza, esposa de Isaías, sería señal de que “Dios esta con nosotros” y su señal claramente era un anuncio de que Dios usaría en un futuro muy lejano a otro hijo de una “joven en edad casadera” (7:14), para regir a su pueblo y gobernar sobre el mundo.
Isaías vivió en días de grandes potencias enemigas en las que Israel era un frágil barco de papel en azarosos mares. Dios le dió otro hijo a Isaías cuyo nombre, Maher-Salal-hasbaz, significa “el despojo se apresura y la presa se precipita”. Dios instruyó a su pueblo a no buscar adivinos y encantadores para saber qué hacer (Is.8:18-19). Ellos tenían “la ley y el testimonio” y debían obedecer a Dios, cosa que no hicieron (8:20). La desobediencia acarreó la ira de Dios sobre Judá, que sufrió el aplastamiento de babilonios, persas, griegos y romanos durante siglos (8:21-22).  
Pero esa oscuridad terminará para el pueblo y para la humanidad (9:1-2) según el plan de Dios; Dios trocaría su exterminio en alegría (9:3) según su propósito. Quitaría el yugo y el cetro de opresores según su plan (9:4). Se proponía también quitar toda señal de guerra de entre su pueblo (9:5). Todo lo que el pueblo debía hacer era recibir a aquel que haría posible los planes para su pueblo y para todo ser humano. Pero esa es la parte difícil. El medio para ello era creer en un niño que nacería un día en un pesebre.
La profecía de éste niño prometido continúa en Isaías 9:6. El tiene el principado. Se lo describe como “Admirable consejero”, su sabiduría se describe como extraordinaria, él trajo un mensaje pleno de sabiduría para un pueblo que necesitaba creer. ¿Por qué ir a los adivinos o a los hombres teniéndolo a él? “Dios fuerte”, frente a los enemigos a los ejércitos y a las trampas el si puede defendernos. “Padre eterno”,  cuando todos los recursos terminan el nos sigue protegiendo constantemente. “Príncipe de paz”, frente a los problemas y dificultades de la vida su poder y  consuelo son la solución y la paz en medio de nuestras pruebas.
Su reino o imperio sobre nosotros no tiene limite (9:7). Jesús de Nazaret es el niño heredero del trono de David. El anuncio del profeta Isaías siete siglos antes que Jesús naciera fue que él sería más que un niño, un redentor, que daría su vida por la humanidad (Is.53:1-12). Es por el poder de Dios y por su obstinado amor por el ser humano que todo esto es posible. Esta es la navidad que celebramos y no la del 24 o 25 de diciembre. Nuestra navidad es una celebración de obediencia a Jesús todos los días. ¿Ha creído usted en él? ¿Es él su señor y su salvador?

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