domingo, 25 de septiembre de 2011

La Biblia y la economía en algunos textos del Antiguo Testamento

La Biblia establece que el hombre come del fruto de su trabajo. Aun en el huerto del Edén, después que el hombre recibe la asignación de trabajar el hombre recibe el permiso de comer (Gn.2:15-16).  Aquí tenemos los incentivos que da la propiedad entendida como el derecho a disfrutar del fruto de su trabajo. No es ningún desatino decir que esa misma idea se ratifica en el mandamiento “no hurtarás” (Ex.20:15) y está también tras la idea de “no codiciarás” (Ex.20:17).
Mas adelante, en la vida patriarcal, leemos de Abraham, un nómada, pastor de ovejas, que debe calcular cuantos trabajadores necesita, en dónde hay pastos y cuántos animales intercambiará o consumirá, cuántos se morirán y cómo va a reponerlos. Abraham parece haber calculado todas esas cosas muy bien, porque Gn. 13 dice de él, tanto como de Lot, que “sus posesiones eran muchas”. Esas posesiones no surgieron de la nada. Surgieron del trabajo, de la administración de recursos y del emprendimiento. Las posesiones de ambos llegaron a crecer tanto que hubo cierta competencia entre tío y sobrino.
Al cierre de la época patriarcal, José tuvo el sueño con el cual ordenó la economía de Egipto. Compró a cambio de alimentos las posesiones de los egipcios, (y el verbo “comprar” se usa aun cuando el intercambio progresa en Gn. 47: v. 14, v. 19, v. 20, v.22, v.23). Primero, solicitó dinero, luego los animales y finalmente la tierra. Comprar no es expropiar, sino “adquirir” a cambio de un pago; es “intercambiar” como se dice en el mercado. El texto no dice que “todo” haya sido expropiación para la “teocracia”. Los egipcios se quedan pagando al faraón un impuesto del 20% (una quinta parte) del fruto de la tierra, quizá para comprar semilla (v.23), y afirma que continúan siendo dueños del 80% restante de la cosecha: “y las cuatro partes serán vuestras, para sembrar las tierras y para vuestro mantenimiento” (v.24). De modo que no hay aquí una economía que anacrónicamente pueda calificarse como expropiatoria y socialista.
En cuanto al año del jubileo debe reconocerse que tiene implicaciones económicas. En la parte central del pasaje nos dice que no era una reforma agraria sino un procedimiento para permitir rescatar por dinero las propiedades de la familia. El sentido de la frase “la tierra no se venderá a perpetuidad” (v.23), se explica en un procedimiento para su rescate (v.24). En los vs.25-28 se instruye como se rescata la tierra rural de un familiar. Las casas dentro de la ciudad, no se pueden rescatar después de un año de posesión (v.29-30). O sea, el rescate prescrito por el Jubileo tenía, en este caso, vigencia limitada. En cuanto a las casas fuera de la ciudad, se podían redimir de igual manera que los campos rurales (v. 31). También advierte que los levitas pueden redimir su propiedad en cualquier tiempo (v.32-34). Esto es una advertencia para que, quien compra casa o posesión de los levitas, sepa a que atenerse. Sugiere que en los otros casos no había un rescate “en cualquier tiempo”.
La propiedad es  herencia de Dios, pero ello no inhibe adquirirla a quien quiera hacerla mas productiva. Por ejemplo, se instruye cómo recuperar la tierra, aun cuando este en manos de un productor eficiente. Había un proceso para hacerlo e implicaba el pago de un valor por la tierra (v.15-16). La tierra sube de precio conforme su poseedor ha recibido más cosechas, quien por haber hecho a la tierra eficiente esta menos dispuesto a venderla. Pero la poca disposición se vence pagando más por ella. La tierra baja de precio si el teniente ha recibido menos cosechas (v. 13-14). No se produce pérdida patrimonial, en tanto se podía recibir dinero del rescate, lo cual sugiere que, volver a la posesión de la tierra, implicaba para unos comprarla y para otros venderla. Esto mas que una reforma agraria es un mercado de tierras en el que se da un método para recuperar la propiedad familiar y vigilar cuándo y en dónde comprar.

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