jueves, 10 de marzo de 2011

La Biblia y la interpretación de la esperanza profética

Mientras en Estados Unidos se libraba la batalla por los fundamentos de la fe, a principios del siglo pasado, las ramificaciones del debate se extendían a las diversas áreas de la teología. Una de ellas, la escatología, desarrajaba sobre el grado de literalidad con que se habían de tomar las profecías y promesas del Antiguo Testamento. Tras la insistencia en la interpretación “literal” de dichos textos, en el caso de los dispensacionalistas, hallábase la pugna contra la alegoría católica medieval y el racionalismo de las escuelas críticas alemanas del siglo XIX. George Ladd, por ejemplo, concedía el uso del “sensus plenior” que abría la puerta, precisamente, a la interpretación “espiritual” del Antiguo Testamento.
He hablado con suficientes observadores ajenos a la teología para saber que la palabra “literal” para ellos significa oscuridad y retroceso fundamentalistas. Una creación literal, unos milagros literales, una resurrección literal, un diluvio literal (universal), son todos rechazados con la misma vehemencia, ni mas ni menos que como lo manifestó el viejo racionalismo alemán. Por supuesto, lo literal es mucho más que la interpretación de un texto bíblico, es la condición básica a la comunicación humana. Acordamos los términos de un contrato con base a lo literal; damos una clase de filosofía entendiendo las palabras en su sentido literal; escribimos poesía, porque las palabras tienen un significado literal. No podemos eludir la literalidad por más etéreos que escojamos ser. Entonces ¿qué significa la interpretación literal en la Biblia?
Por literal entendemos que las palabras tienen un sentido gramatical. No es solo que están compuestas de fonemas y morfemas, sino que tienen una relación gramatical como sujetos, complementos, sustantivos, adjetivos y preposiciones. Esto lo tienen los primeros capítulos del Génesis así como las profecías del Antiguo Testamento. A ese uso nos referimos aquí por su sentido gramatical. Cuando el uso gramatical sugiere figuras, entonces la figura no se interpreta conforme a otra figura, sino se interpreta comparando la figura con el sentido literal que sirve de ancla al término. Por ejemplo, “Poesía eres tú”, posee un predicado nominal, un verbo, en este caso atributivo o copulativo, y un pronombre personal en segunda persona del singular que funciona como sujeto. Nada de esto traiciona la comunicación que se pretende, en donde "todo lo que el sustantivo poesía pueda evocarme de bello y bueno, vía la metáfora, me lo transmites tú". Esta interpretación "literal" no le ha hecho violencia ni a la figura ni a la realidad literaria tras ella.
Por literal también entendemos un sentido atado a la historia. Los vocablos tienen un uso dado en el tiempo y en el espacio, con sus implicaciones culturales, idiomáticas y lingüísticas propias de los grupos sociales que las usan. Por eso decir “Jehová es mi pastor”, otra metáfora, no debe sorprendernos si recordamos que eso fue escrito en una cultura pastoril mil años antes de Cristo. Pero más aun, el pastor no es un pastor de ovejas. Toda la ternura y cuidado que un pastor provee a su rebaño, dice el autor, es lo que Dios es para él. De nuevo, no hemos violentado ni la figura ni la realidad literaria tras esta interpretación "literal".
Quizá el problema hermenéutico mayor en el caso de la escatología se haya en que el Nuevo Testamento parece  culminar toda la expectativa mesiánica y nacional en la respuesta que Jesús de Nazaret es para los creyentes. El es el nuevo Israel, el nuevo Moisés y el resumen de todo el sistema sacrificial en persona. Esa es una propuesta que por dominante resulta riesgosa para el intérprete de la Biblia con poco discernimiento. Es ahí en donde viene al rescate otra forma de entender lo literal. Literal es también contextual.
Por contexto nos referimos al contexto literario y al contexto en el que se escribe el texto sujeto a interpretación. Por ejemplo, son ambos contextos los que postulan la idea de una promesa en el Antiguo Testamento. De la misma manera que ambos contextos rescatan la idea de un cumplimiento histórico de dichas promesas en el Nuevo Testamento. Vemos un par de ejemplos.
En el primer caso, Isaías 49 nos dice que Israel el pueblo, se sujeta a Israel el mesías, juntamente con los gentiles. Aquí el contexto literario profético no puede separarse del contexto histórico de esperanza, que demanda entender, en sentido llano, la promesa hecha por Dios de un rey que gobierna a la tierra. De la misma manera, la pregunta “¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”, una esperanza nacional,  o “arrepentíos… para que vengan del señor tiempos de refrigerio… la restauración de todas las cosas que el prometió por boca de sus santos profetas”, se afirman en el contexto literario de narrativa o de proclamación que no puede separarse del contexto histórico de la esperanza o de cumplimiento de la promesa nacional para Israel. De modo que  Pedro ve el cumplimiento de la promesa como una realidad que ha de suceder en el mismo ámbito histórico, y al mismo pueblo al cual él esta proclamando.
Por eso sugerimos que la interpretación de la esperanza de Israel y de la Iglesia se expresan mejor como la comprensión gramático-histórica, contextual de los pactos y promesas del Antiguo Testamento. De paso, también sugiere que quienes descartan la interpretación "literal", que no se refiere a otra cosa sino a lo dicho aquí, no tienen la menor idea de a qué se oponen.

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