1. Dios dispuso que el cumplimiento de la ley se resumiera en amar a Dios y amar al prójimo, este resumen de la santidad es muestra de su gracia, porque a partir de esto la conducta piadosa incluye no solo pensar en Dios, sino respetar el derecho ajeno en función de Dios y no lo hizo Dios para protegerse del hombre, sino para protegernos a nosotros de nosotros mismos.
2. Jesús “sabía lo que había en el hombre” (Jn.2:24-25), por eso "no se fiaba de ellos". Al ver dentro del ser humano, Jesús veía una replica de si mismo que había sufrido “toda tentación” (Lc.4:13) y que había sido tentado en todo pero sin pecado. ”Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre Jesús también participó de lo mismo” (He.2:14), por eso delante de Dios tenemos a tan misericordioso sumo sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades.
3. Dios dispuso perfeccionar al hombre del pecado, como parte de la obra de redención, por medio del Espíritu Santo cuya venida al mundo es resultado de una eterna relación por la que el Padre, el Hijo y el Espíritu de Cristo decidieron que fuera él nuestro santificador.
4. Jesús, desde la eternidad, diseñó con el padre la imagen de Dios que el hombre llevaría, ella sería susceptible a reflejar, no solo los poderes creativos de Dios, sino la santidad que viene al creer en él. Esa perfección del diseño suyo hace a Dios perfectamente compatible con el ser humano al punto de decir “el que me ama, mi palabra guardará; y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.” (Jn.14:23).
5. La compatibilidad entre Dios y el hombre hace que el actuar del hombre sea una extensión de la obra de Dios, haciéndonos depositarios de las obras que Dios preparó de antemano para que nosotros anduviésemos en ellas (Ef.2:10). Llevar fruto es hacer sus obras, haciendo vida su palabra para recibir la maravillosa oferta de “si mis palabras permanecen en vosotros pedid todo lo que queréis y os será hecho” (Jn. 14:7); “si guardareis mis mandamientos permaneceréis en mi amor como yo he guardado los mandamientos de mi padre y permanezco en su amor” (Jn. 15:10); “Estas cosas os he hablado para que mi gozo este en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:11).
6. En la cruz la identidad de Jesús se hace una con la identidad del ser humano, nuestro representante ahí, se jugó el todo por el todo en nuestro favor, desplazando al hombre y asumiendo el toda la humanidad, para devolvernos, por la fe, una nueva identidad, la de estar “en Cristo” y ser declarados hijos de Dios. Por eso, al final de los tiempos no solo habrá individuos sino también naciones, porque la desaparecida identidad de cada persona, retenida por Cristo en la cruz, habrá sido devuelta, a cada hombre, de cada pueblo y nación que ha creído en Jesús.
7. La Iglesia es la comunidad de personas que Jesús ha creado, él es la cabeza en más de un sentido: es su modelo, le otorga dones, y plantea demandas éticas a su pueblo, lo cual se traduce a vivir la vida suya en el poder del Espíritu, esto es, amar a Dios, amar al prójimo y guardar su palabra. Cristo es el fundamento de la Iglesia, en cuyo sacrificio se cimenta y fundamenta la relación de todos los hombres que creen en Dios, de modo que la iglesia no es un club sino una comunidad de quienes confiesan el nombre de Jesucristo, norma viviente, para quienes han creído lo que Dios dice de él.
8. La esperanza humana, a lo largo de los siglos de la historia de la salvación, se ancla en Dios, quien preside la historia del rescate divino a favor del hombre, pasando por tipos y anti tipos antiguo testamentarios, hasta centrar su cumplimiento en la persona de Jesús de Nazaret, quien convierte la esperanza humana, con sus muchos logros y grandes fracasos, en esperanza cristiana.