domingo, 5 de diciembre de 2010

La Biblia y la conservacion de "nuevos convertidos"

Increíblemente, el texto bíblico mas adecuado para esta sección es nada menos que Santiago 2:14-26. “Si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras, ¿podrá la fe salvarle? ¿de qué aprovecha? La fe, si no tiene obras es muerta en si misma”. ¿De qué esta hablando este texto? Se refiere a cosas que fuera de Santiago nos parecen muy extrañas. Es una gran perdida para la Iglesia interpretar este pasaje como si Pablo y Santiago estuviesen hablando de la misma cosa. En efecto las palabras son las mismas pero el contexto de Santiago es muy diferente al de Pablo, pero increíblemente pertinente para los resultados del evangelismo.

En primer lugar, yendo al grano, el pasaje advierte, por un lado, de una verdad central en Santiago, la existencia de lo que el autor llama, “una fe muerta”. Santiago no dice que no exista, al contrario. Precisamente, el punto del autor es que tal fe si existe y que debe evitarse a toda costa. La fe sin obras no manifiesta cosa alguna ante los hombres, es decir “ni salva” del error (Stg.5:19-20), ni “justifica” ante los hombres (Stg.1:22-25). Tampoco dice que el resultado de esa fe sea el infierno, su resultado es la falta de una buena reputación ante los hombres, al punto de poner en riesgo la productividad de la vida cristiana. Es la mala reputación producto de la inutilidad de la vida.

La referencia a lo que hace la Palabra de Dios es que ella “puede salvar vuestras almas” (Stg.1:21-22). Causa confusión interpretar psuche, “alma” en sentido espiritual o inmaterial. Este es uno de esos textos en donde alma se refiere a la totalidad de la vida o a la vida física de una persona. Es la misma expresión de Santiago 2:14 y se refiere no a salvarse del infierno, sino a salvar la vida, como en Marcos 3:4 y Lucas 6:9: “¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida (psuche), o quitarla?”. En Santiago, la vida (psuche) se salva de la inutilidad haciéndola productiva por medio de una fe que obedece la palabra de Dios. En los siguientes pasajes “alma” tiene ese mismo sentido en la traducción griega del Antiguo Testamento: Gn.19:7; 32:30; 1S.19:11; Je.48:6.

En efecto, se ha dicho que Santiago refleja la literatura de sabiduría. Veámoslo en el tema de la muerte tan frecuente en Proverbios. Por ejemplo, 10:27 “El temor de Jehová aumentará los días; Mas los años de los impíos serán acortados”. 11:19 “Como la justicia conduce a la vida, Así el que sigue el mal lo hace para su muerte”. 12:28 “En el camino de la justicia está la vida; Y en sus caminos no hay muerte”. 13:14 “La ley del sabio es manantial de vida Para apartarse de los lazos de la muerte”. 19:16 “El que guarda el mandamiento guarda su alma; Mas el que menosprecia sus caminos morirá”. De esta salvación habla Santiago. La fe viva salva porque la obediencia hace productiva la vida (psuche) en buenas obras, una vida (psuche) sin ellas, espiritualmente, es tan inútil como la muerte misma.

En segundo lugar, la fe de la que habla Santiago si justifica ante Dios. Santiago nunca dice que la fe sin obras no justifique, sin embargo, lo que tal fe consigue en la relación con Dios es algo que solo Dios ve, por eso esa fe que justifica ante Dios, no justifica ante los hombres. Según Santiago la fe se perfecciona (v.22), se nutre o madura por las obras, como lo dice Romanos 4:19-21. Abraham “no dudó,… sino que se fortaleció en la fe…plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”.

En tercer lugar, Pablo concuerda con esta visión cuando advierte que las obras constituyen una forma de justificación “pero no para con Dios” (Ro.4:2).En cambio las obras en Santiago justifican ante los hombres. Precisamente, las obras de Abraham lo justifican ante los hombres (v.21 y 24), le dan el título de “amigo de Dios” (v.23). Lo mismo sucede con Rahab, las obras son las que preservan su vida ante los espías, mostrando su amistad con Dios (v. 25,). Es decir, es posible que las obras que se hacen valer entre los hombres, en efecto ganen la buena reputación de los hombres o “justifiquen ante ellos”. De esa buena reputación ante los hombres es de lo que esta hablando Santiago en el caso de Abraham (cp. Is.41:8; 2 Cr.20:7) y de Rahab (cp. Jos.2:20 con Heb.11:31).

En cuarto lugar, de la misma manera que el espíritu humano mantiene vivo el cuerpo humano, las obras, por decirlo así, el espíritu que vivifica la fe, de otra manera muerta (v.26). El contraste muerte-vida presente en estos pasajes es consistente con la idea de Santiago, pues como afirma Proverbios, la obediencia a la palabra tiende a la vida y “el que sigue el mal lo hace para su muerte” (Pr.11:19). La desobediencia es fe sin obras, es fe muerta; las obras que Dios ordena son el espíritu que vivifica la fe y ellas producen justicia estableciendo la buena reputación de quien las practica (cp. Pr.10:27; 11:19; 12:28; 13:14; 19:16).

Bien, quizá no hemos solucionado todas las preguntas del lector sobre este pasaje, pero hemos puesto las tesis centrales que a nuestro entender resuelven el significado de Santiago 2. Ahora vamos al punto más importante para estas páginas. ¿Qué clase de fe tienes?, ¿una fe viva, fe con frutos o una fe muerta, fe sin frutos? Ahora sabemos qué significa “por sus frutos los conoceréis”. “El buen árbol da buenos frutos y el árbol malo da malos frutos” (Mt.7:17).

Cuando hablamos de conservación de los resultados en evangelismo, la mejor forma de guardar los resultados es asegurar el compromiso de los creyentes con la obediencia a la Palabra de Dios: “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2Ti.3:17). Cuando hemos predicado y alguien ha creído en Cristo, no podemos meter al creyente en un programa de formación de “ortodoxia muerta”. La mejor forma de preservar los resultados del evangelismo es enseñar que la fe permanece vital y viva sólo en tanto es traducida a obras reales de vitalísima obediencia.

Si Stg.1:21-2:26 es una unidad literaria, vea ahora cómo encaja 1:21. En donde 1:22-25, nos demanda ser hacedores de la palabra; y en donde 1:26-2:13, dice lo que específicamente hace un hacedor de la palabra. Realmente, esta es otra forma de decir, que nuestro creer (evangelismo) y nuestro actuar (discipulado) no deben separarse jamás. Enseñamos la doctrina pero lo hacemos de la mano de la ortopraxis y no solo de la ortodoxia, buscando que los recién convertidos crezcan en buenas obras, como el resto del Nuevo Testamento instruye.

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