Emilio Antonio Núñez ha sido, sin duda alguna, el mejor teólogo que ha
producido la misión Centroamericana para las Américas y el mundo. Habrá otros
académicamente muy inquietos, otros eclesiásticamente bien relacionados, pero
nadie teológicamente mas versátil, querido y respetado, en círculos internacionales.
Fundador de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), co-fundador del
Seminario Teológico Centroamericano y miembro de la comisión de teología de la
Alianza Evangélica Mundial, tuve el alto privilegio de seguir sus pasos en esos
tres ámbitos.
La formación académica del Dr. Núñez incluyó el Instituto Bíblico
Centroamericano (1944-1947); el posgrado (1956); luego viajó al Seminario
Teológico de Dallas, en donde obtuvo la maestría en teología y la distinción Lewis
Sperry Chafer, simultáneamente, el Bachelor of Arts en historia, de la Southern
Methodist Univesity, en 1964; descolló en ambos programas y fue honrado como
miembro de la sociedad Phi Betha Kapa. El doctorado vendría después, en 1969,
por cuyo trabajo recibió el premio que el seminario de Dallas otorga al mejor
estudiante. Yo le conocí en 1975, cuando él volvía de España, en donde había
pasado una época escribiendo el libro “Caminos de renovación” y haciendo
investigaciones de postgrado en la Facultad de Filosofía y Teología de San
Cugat del vallés.
Su escalafón docente se resume así: Profesor del Instituto Bíblico
Centroamericano (1947-1960). Decano (1961); Primer rector del Seminario Teológico Centroamericano
(1966-1979); Director de posgrado (1980) y fue, por más de 60 años, profesor de
teología en esta entidad, tarea inconclusa, ya que por admiración sus alumnos jamás
nos dimos por enterados de su retiro. La suya ha sido una tarea larga que
empezó en 1947 y formalmente parece haber concluido el año 2004, con la
celebración académica de sus alumnos que escribieron en su honor la colección
de ensayos titulada “Teología evangélica para el contexto latinoamericano”.
Viajero incansable, predicador pertinaz, paciente maestro, llevó a
generación tras generación de la mano, ayudándonos a descubrir el valor de la
teología para la vida y para la Iglesia. Sirvió en numerosísimas juntas
directivas y comités internacionales, como Lausana, Sociedades Bíblicas,
Comiban, Visión Mundial, llegando a ser
un verdadero diplomático evangélico.
Estas tareas se fundamentaron en una larga vida de servicio en la que
hizo de todo: evangelista, predicador de radio, escritor y maestro, constituyéndose en un profundo conocedor de
la realidad socio económica latinoamericana.
Yo aprendí del Dr. Núñez el abc de la teología bíblica, el curso era
sobre la doctrina de Dios, en donde nos entregó tareas para desimplicar, desde
la concordancia, las nociones y categorías de la teología sistemática.
Emocionantes días también cuando aprendimos, bajo su conducción, sobre la
“teología de la liberación”, otra de sus obras. Afinar categorías y crear
relaciones válidas era parte de su didáctica. Creo que mi interés en la
“sistemática” y la “contemporánea”, que luego traslade a otros discípulos, las
recibí, en gran parte, del maestro Núñez. Sin duda, hubo tres discípulos muy
cercanos a él, el Dr. Israel Ortíz, el Dr. David Suazo y quien escribe, colegas
con quienes me une una hermandad que tiene mucho de “Núñez”. El nos inculcó,
además de todos los temas, la importancia de escribir, escribir y escribir.
Solo en un período de su vida le vi diferente, cuando su esposa Sarita,
batallaba con el cáncer, y la preocupación convertida en oraciones, alrededor
del mundo, suplían las fuerzas de la familia. Dios la sanó y el Dr. Núñez
sufrió, esta vez él, de enfermedades producto del desgaste de muchos años de
agotamiento físico. Sin embargo, posee genes de larga resistencia, su madre
murió a los 96 años y el mismo ha gozado de una larga vida gracias a la bendición de Dios sobre él y sobre nosotros.
Los que hemos estado cerca de él en diversas etapas, hemos querido siempre imitar su
sencillez, humildad y buen humor. Ni la teología, ni los momentos más serios se
salvaban de la genialidad de “Emilio”, como le llamaban sus colegas de la FTL. Yo
tuve la alegría de pasar largas horas con el, entre 1975 y 1990, en diversos contextos internacionales, oyéndole
discurrir sobre una variedad de temas, relaciones y anécdotas, que me enseñaron
tanto sobre la vida y la Iglesia. En el año 2003, tras años de viudez, contrajo nupcias con Esther
López, una querida maestra cuyo espíritu jovial y alegría contagiosa, sumaba a
la de fervorosa creyente y sierva de Dios. Ella partió a la presencia de Dios en el año 2012 mientras estaba al lado de nuestro querido “don
Antonio.” Hoy festejamos al Dr Núñez por sus 90 años y por su trayectoria como teólogo, como hermano y como consiervo. Va mi abrazo afectuoso
al doctor, amigo y maestro.