Este trabajo consiste en algunas citas de las Instituciones de Juan Calvino sobre la presencia del Espíritu Santo en el mundo.
Los antecedentes de la Reforma protestante
Los reformadores, hijos del renacimiento, mantuvieron un claro aprecio por el desarrollo de la cultura, el conocimiento y el desarrollo de útiles de civilización:
Las obtuvieron en buena parte del humanismo o studia humanitatis, que surgió en 1350. Para los Reformadores, la cronología de la historia antigua, hizo evidente la acción de un Dios soberano en toda la historia. Los Reformadores estudiaron historia, critica literaria, gramática, poesía, filología y retórica. Estos conocimientos incluían el punto de vista de los antiguos textos grecoromanos. Dicho de otra manera, los reformadores eran conocedores de la doctrina política de Platón y Aristóteles. Esa enseñanza de los griegos que coincide, en términos generales, con la libertad y derechos que el Antiguo y Nuevo Testamentos asignan al hombre [Guillermo W. Méndez, “Incidencia histórica de la Reforma protestante y sus lecciones para Iberomérica”. Trabajo presentado en la Universidad Evangélica de El Salvador, 31 de octubre, 2001. Pág. 6]
Esto sirve de trasfondo a la idea de la gracia común de los teólogos reformados. Las Instituciones de Calvino ofrecen diecisiete páginas de citas de los padres, incluyendo a veinticinco Concilios, diferentes homilias, cartas y tratados de practicamente todos los padres de la Iglesia, de oriente y de occidente, y a muchos papas, hasta llegar a los escolásticos. [Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana. Págs. 1217-1234. Indice de obras y personajes citados].
La enseñanza Reformada
En la tradición protestante, los reformados hablan del concepto de gracia común, en contraste con la gracia eficaz. Por gracia eficaz, Calvino entiende aquella operación de Dios en el creyente que le lleva a la Salvación. Por gracia común se entiende la benefactora mano de Dios que ha dado a todos los hombres inteligencia, gusto por lo espiritual y capacidad para la técnica y sabiduría que desarrolla el mundo. Dice Calvino:
Decir que el entendimiento está tan ciego, que carece en absoluto de inteligencia respecto a todas las cosas del mundo, repugnaría, no solo a la Palabra de Dios, sino también a la experiencia de cada día. Pues vemos que en la naturaleza humana existe un cierto deseo de investigar la verdad, hacia la cual no sentirían tanta inclinación si antes no tuviese gusto por ella. Es, pues, ya un destello de luz en el espíritu del hombre este natural amor a la verdad. [Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Libro II, Capitulo II, sección 12]
Calvino luego pasa a advertir sobre el orgullo y soberbia del hombre frente a sus propias obras. No obstante vuelve sobre el tema, en los términos siguientes:
Sin embargo, cuando el entendimiento del hombre se esfuerza en conseguir algo, su esfuerzo no es tan vano que no logre nada, especialmente cuando se trata de cosas inferiores [la tradición inglesa reza “objetos inferiores”]. Igualmente, no es tan estúpido y tonto que no sepa gustar algo de las cosas celestiales, aunque es muy negligente en investigarlas [Libro II, Capítulo II, sección 13].
Advierte Calvino que el ser humano no tiene la misma facilidad para las unas que para las otras. Pero, respecto a la vida en sociedad, de nuevo agrega:
Llamo cosas terrenas a las que no se refieren a Dios, ni a su reino, ni a la verdadera justicia y bienaventuranza de la vida eterna, sino que están ligadas a la vida presente y en cierto modo quedan dentro de sus límites... Bajo la primera clase se comprende el gobierno del Estado, la dirección de la propia familia, las artes mecánicas y liberales. A la segunda hay que referir el conocimiento de Dios y de su divina voluntad, y la regla de conformar nuestra vida con ella.
En cuanto a la primera especie hay que confesar que como el hombre es por su misma naturaleza sociable, siente una inclinación natural a establecer y conservar la compañía de sus semejantes. Por eso vemos que existen ideas generales de honestidad y de orden en el entendimiento de todos los hombres. Y de aquí que no haya ninguno que no comprenda que las agrupaciones de hombres han de regirse por leyes, y no tenga algún principio de las mismas en su entendimiento [Libro II, Capítulo II, sección 13].
Agrega Calvino:
En cuanto a las artes, así mecánicas como liberales, puesto que en nosotros hay cierta aptitud para aprenderlas, se ve también por ellas que el entendimiento humano posee alguna virtud… Además no solo tiene virtud y facilidad para aprenderlas, sino que vemos a diario que cada cual inventa algo nuevo, o perfecciona lo que los otros le enseñaron… aunque Platón se engañó pensado que ésta comprensión no era mas que acordarse de lo que el alma sabía ya… sin embargo, la razón nos fuerza a confesar que hay como cierto principio de estas cosas esculpido en el entendimiento humano.
Estos ejemplos demuestran que existe cierto conocimiento general del entendimiento y de la razón, naturalmente impreso en todos los hombres; conocimiento tan universal, que cada uno en particular debe reconocerlo como una gracia peculiar de Dios [Libro II, Capítulo II, sección 14].
Aclara Calvino que toda verdad y conocimiento tiene origen en el Espíritu de Dios:
Por lo tanto, cuando al leer los escritores paganos vemos en ellos esta admirable luz de la verdad que resplandece en sus escritos, ello nos debe servir de testimonio de que el entendimiento humano, por mas que haya caído y degenerado de su integridad y perfección, sin embargo no deja de estar aun adornado y enriquecido con excelentes dones de Dios. Si reconocemos al Espíritu de Dios por única fuente y manantial de la verdad, no desecharemos ni menospreciaremos la verdad donde quiera que la halláremos; a no ser que queramos hacer una injuria al Espíritu de Dios, porque los dones del Espíritu no pueden ser menospreciados sin que Él mismo sea menospreciado y rebajado [Libro II, Capítulo II, sección 15].
Luego al elaborar sobre la claridad de juristas antiguos, sus leyes y don de justicia, pregunta Calvino: “¿creeremos que exista cosa alguna digna de alabanza que no proceda de Dios?”, y agrega inmediatamente:
Sin embargo, no hay que olvidar que todas estas cosas son dones excelentes del Espíritu Santo, que dispensa a quien quiere, para el bien del género humano. Porque así fue necesario que el Espíritu de Dios inspirase a Bezaleel y Aholiab la inteligencia y arte requeridos para fabricar el tabernáculo (Ex.31:2; 35:30-40).
Si alguno objeta ¿qué tiene que ver el Espíritu de Dios con los impíos, tan alejados de Dios? respondo que, al decir que el Espíritu de Dios reside únicamente en los fieles, ha de entenderse del Espíritu de santificación, por el cual somos consagrados a Dios como templos suyos. Pero entre tanto, Dios no cesa de llenar, vivificar y mover con la virtud de ese mismo Espíritu a todas sus criaturas; y ello conforme a la naturaleza que a cada una de ellas le dio al crearlas. Si, pues, Dios ha querido que los infieles nos sirviesen para entender la física, la dialéctica, las matemáticas y otras ciencias, sirvámonos de ellos en esto, temiendo que nuestra negligencia sea castigada si despreciamos los dones de Dios doquiera que nos fueren ofrecidos [Libro II, Capítulo II, sección 16].
De estas citas de la obra de Calvino de fines del siglo XVI, hay muchas cosas que pueden colegirse. Lo obvio primero: que la depravación total de la enseñanza reformada nada tiene que ver con el avance y crecimiento de la cultura humana. Simplemente dicho, la “depravación” significa, no que el hombre sea tan perverso como podría ser, sino que el hombre no puede hacer cosa alguna que le recomiende delante de Dios para los fines de la salvación. Pero, es equivocado creer que la “depravación” incluye todas las buenas obras que todos los hombres hacen todo el tiempo.
Luego, en cuanto a la “gracia común”, nombre con que los teólogos reformados identificaron a esta enseñanza de Calvino, esta repartida entre todos los hombres, en todas las comunidades del mundo. En vena reformada, este discernimiento y habilidad técnica no necesariamente incluye la urgencia del hombre de buscar a Dios, de arrepentirse ni de sujetarse a su ley. Eso también se colige del contexto de estas citas, pues Calvino nunca llega a confundir civilización con salvación eterna.