jueves, 24 de febrero de 2011

La Biblia y las modas que resultan de su inspección superficial

Estudiar la Biblia es un hábito que se considera evangélico. Pero, ¿cuántos predicadores en verdad la estudian? Admitimos que los pastores leen la Biblia, pero leerla no es lo mismo que estudiarla. Cierto es que todos la interpretamos pero eso no es un gran mérito. Interpretamos cientos de cosas a diario, la luz del semáforo, la mirada de un intruso, la página del periódico, o el saludo del vecino. Interpretar, a veces bien o a veces muy mal, es un ejercicio que hacemos con muchos mensajes a diario.
Sin embargo, interpretar la Biblia para predicarla es algo diferente. Es un ejercicio técnico y más especializado. Se semeja a la lectura de una radiografía o de un electrocardiograma. Yo puedo buscar “figuritas” en el encefalograma, pero eso será un mero pasatiempo y no puedo llevarle mis descubrimientos a un cirujano para orientarle en la sala de operaciones porque carecen de valor alguno.
Sospecho que mucho de lo que se presenta hoy, en el púlpito, son figuritas descubiertas informalmente. Veamos unas figuritas que están de moda: por ejemplo, se nos dice que “debemos entrar a la dimensión de lo sobrenatural”. Se trata del plano al que nos transportamos con la ayuda de nuestra “visión espiritual”. Esa novedad, no lo es. La Biblia comunica que para Dios la vida, la muerte, la historia, aun la de los incrédulos, subsiste por el poder sobrenatural de Dios: él nos creó, nos dio la oración, nos llama a salvación, nos prodiga sustento y nos llama a juicio, porque nos ve a todos ya insertos en ese plano. 
Otros han presentado “las maldiciones generacionales” como propuesta para entender la vida de un país o de una sociedad. Eso carece de toda seriedad. Éxodo 20:5-6 dice que Dios “se ocupa” de los pecados de los padres y de los hijos, porque, en el contexto de la Idolatría, la indiferencia a Dios se enseña generacionalmente, de padres a hijos (pero contraste con Dt.24:16; 2R.14:6). Cuántas veces he oído clisés como “Dios es un Dios de juicio con agua”, perdón pero Dios no acepta camisas de fuerza. Otros se arrogan el poder de “visualizar realidades”, mientras otros enseñan a “recibir bendiciones”.
En fin, las diversas curiosidades que surgen de esta inspección informal del texto bíblico, han producido una nueva versión del cristianismo que nada tiene que ver con la Reforma Protestante.  Inventar modas no es estudiar la Biblia; es solo un momento de inspiración más que de transpiración. Lo que guardan en común estos merodeos por la Biblia, es que no tienen asidero en el contexto general de ella. Son observaciones parecidas al que trata de ver la figura de un árbol, un elefante o una tortuga en las nubes.
Interpretar la Biblia requiere primero una disposición a reconocer la cultura, idiomas, costumbres e idiosincrasias de los autores bíblicos. Por ejemplo, ser fiador en Proverbios era malísima idea porque se pagaba la deuda del otro con la esclavitud propia y de la familia. Otro ejemplo, es “la tarde y la mañana” de los días de Génesis 1, que se avisan en ese orden porque el día judío empezaba a las seis de la tarde.
Interpretar la Biblia también requiere examinar lo que esta antes y después del texto: el pasaje, capítulo y libro. El texto fuera de contexto es un pretexto. Las frases no son aisladas, sino tienen siempre un contexto. Al decir “Juan tomó un avión”, ¿se refiere al pequeño Juan que tomó su avión para jugar, o al turista, que abordó el avión? Hay que examinar siempre el texto en su contexto: “Simón hijo de Jonás, ¿me amas mas que estos?” (Jn.21:15). ¿Quienes son estos? ¿Quiénes mas están con él? Vea el contexto.
Interpretar la Biblia requiere reconocer los géneros literarios: la historia, la poesía o enseñanza, aportan sus matices. Con figuras se nos dice que el “nombre de Jehová es torre fuerte” (Pr.18:10). ¿A que se refiere el nombre y a qué la torre? La historia, en Jueces, repite el ciclo de apostasía, opresión, clamor y liberación una y otra vez ¿con qué personajes del libro se relaciona eso? Los profetas, ¿porqué anuncian juicio y bendición? ¿Qué tiene que ver con la obediencia a la ley y la ética para vivir? ¿Por qué es Dt.28-30, el texto central del A. T. y de los profetas? Estos ejemplos sugieren que, tomar en cuenta los géneros es clave al interpretar. Se nos demanda un método al estudiar la Biblia; sin método, es más fácil idear prácticas exóticas, y hacer casual la lectura de la Biblia, que descubrir su verdadero mensaje.

jueves, 17 de febrero de 2011

La Biblia dice que Dios habla hoy

Conversando con un buen amigo, pastor neo pentecostal, me preguntaba “¿qué crees tú sobre los milagros?”. Me decía “hay teólogos que parecen no creer en ellos”. Su perplejidad es comprensible porque los creyentes parecen repartirse entre aquellos que ven a Dios actuar de la misma manera hoy que en la Biblia y quiénes parecen no verlo así. Quizá esto último no está bien expresado. Todos creemos que Dios actúa hoy como en tiempos bíblicos, pero al entrar a calificar el cómo, el cuándo y el para que, parece haber alguna confusión. A mi juicio, lo que esta en juego es cómo interpretamos algunos textos.
Yo le explique a mi amigo que debemos poner las cosas en su justo punto. Primero, Dios es la primera y máxima realidad para todos los creyentes. Si eso es así, conocerlo y creerle es fundamental, sin importar que piense alguien sobre estos o aquellos dones.  Segundo, la Biblia expresa que toda nuestra vida es sobrenatural. Dios nos formó, Dios sostiene nuestro hálito día con día y providentemente nos provee y protege. Si eso no es milagroso, yo no sé de qué otra forma llamarle. En tercer lugar, cuando hablamos con Dios, cerramos los ojos para fijarlos en su presencia, y transportanos al plano más sobrenatural que nos sea dado imaginar. De modo que nuestra vida es un milagro y nuestra relación con Dios también.
Supongo que lo que preocupaba a mi amigo no es nada de lo que dije, pero es importante mencionarlo porque todos creemos en lo sobrenatural si somos creyentes en Jesús. Lo que le preocupaba es si Dios se comunica en forma de sueños, visiones o profecías o si hemos de atenernos a la Biblia solamente. En este punto también hay matices. Primero, todos los que creemos que la Biblia es la autoridad debemos explicar en qué sentido lo es. No es para negar que exista la ciencia o la sabiduría humana. Es para afirmar que existe un tribunal de apelaciones final, cuando se trata de escoger entre muchos textos, voces y propuestas que me dicen lo que debo hacer con mi vida. Es Dios quien tiene la autoridad final sobre mi.
Segundo, a todos los que creemos en la autoridad de la Biblia, se nos impone una reserva para lo sobrenatural en nuestra vida. Si buscamos activamente los milagros o no, quizá deba también discutirse, pero por de pronto, el punto es que sabemos que Dios actúa sobrenaturalmente en nuestra vida. Tercero, creer que la Biblia es normativa para la vida incluye recordar el papel milagroso de la palaba de Dios. Sus palabras sanan y representan el carácter de quien las pronunció, dando base segura a nuestra fe.
Cuarto, quienes insistimos que la Biblia es la fuente de sabiduría para vivir, creemos que Dios nos hace recordar un pensamiento, un versículo o una aplicación de ella, al estar en necesidad de sabiduría divina. Ese acto de recordación oportuna es, en tiempo y contenido, totalmente sobrenatural. Quinto, quienes creemos en la normatividad de la palabra, creemos que las palabras dichas, en los tiempos bíblicos, a un profeta, un vidente o un apóstol, como instrucciones particulares, son normativas para él. Se aplican a nosotros de manera diferente de lo que se aplicaron a él; se nos aplican en tanto son bíblicas.   
Sexto, quienes vemos que la Biblia es normativa convergemos con muchos creyentes, practicantes del don de profecía, de sueños y de visiones, en que esas instrucciones divinas son normativas para quien las recibió y no para otros. Séptimo, si vemos la Biblia como normativa, lo importante será tratar de entender el propósito de Dios para hoy y saber cuál es la base de mi relación con él hoy. Si en el presente no llevo sacrificios al templo, que la Biblia claramente prescribe, ¿seré incrédulo o será que ya no es bíblico hacerlo? Si no hablo en lenguas hoy ¿seré incrédulo o será que no están en juego los idiomas para la evangelización (Hch.2:8)? Si no he recibido el bautismo del Espíritu Santo, seré incrédulo o será que en la “glosolalia” y en éste bautismo se confunde bautismo con llenura? Si no recibo sueños, visiones y profecías ¿me inhibe eso de depender del Señor y conocerle íntimamente o es esa una excepción que no afecta la calidad de mi vida cristiana día a día?
En fin, en mi opinión, en cuanto a lo milagroso, como dije al inicio, hay un pleno acuerdo. Lo que está por aclararse es, por un lado, cuál es el propósito o  sentido del plan de Dios para hoy y, por el otro, cual es la sana interpretación de algunos pasajes claves de la Escritura en torno a este tema (1. Co.13:8-10; 12:13 y 14:22 y ss.). Sobre esto, el diálogo nos demanda que la experiencia no contradiga ni se superponga a la exegesis de los pasajes bíblicos.
Estos son los datos para el diálogo: solo dos pasajes mencionan el bautismo del Espíritu Santo en todo el libro de Hechos, uno anunciándolo (Hch.1:5), otro recordándolo (Hch.19:5). El tercero es Hechos 2:1-13 en donde el evento ocurre. Todos los demás pasajes, en Hechos, hablan de la “llenura” del Espíritu, cosa que se refiere al control capacitador del Espíritu sobre el creyente para hacer algo, y difiere del Bautismo de Hechos 2 (la obra por medio de la cual el Espíritu Santo introduce a los nuevos creyentes al cuerpo de Cristo en toda la cristiandad cp. 1 Co.12:13). Entre tanto la Iglesia continúa oyendo Su voz con un solo fin: estar “Semper reformanda”.

viernes, 11 de febrero de 2011

La Biblia, la teología y sus materiales

En enero de 1978 sugerí, en la clase “Introducción a la Teología”, enseñada en equipo, abordar el tema del “método teológico”.[1] Más de 30 años han pasado y hoy esa inquietud se ha convertido en una clase formal sobre este tema enseñado por un profesor muy capaz, uno de aquellos precoces estudiantes.[2] Nada creativo en mi propuesta, ya la Teología de la Liberación había puesto el tema sobre el tapete. Lo novedoso fue haberlo introducido en una entidad en donde esas cosas se daban por sentado.
Como principiante, yo no había hecho la paz con el tema, y había cosas que en verdad me inquietaban. Siempre el papel de la razón, de la tradición y de las ciencias humanas, ha dado mucho que pensar. K. Barth, tras la sustracción de lo teológico en manos de la teología liberal, limpió la mesa quitando todo aquello que pudiera distraer la atención de la Palabra de Dios. Criticó a la Ilustración y emprendió un cuidadoso ataque contra la teología natural que, según Hans Küng, al final de su vida abandonó. Claro, Barth entre sus materiales para la teología usó ampliamente la razón y la filosofía, la historia de la Iglesia y del pensamiento cristiano. Bregar con esa aparente contradicción no era fácil en tanto, en América Latina, leíamos a G. Gutiérrez en torno a la radical pugna entre el saber racional y el de la “praxis”.
La “Sola Scriptura” sigue siendo el punto central del protestantismo. Para Lutero no se trataba de un contenido que ignora otras voces hasta apagarlas. Es el tema de la autoridad lo que esta en juego. Cuando he de escoger entre textos, voces, propuestas e intereses, ¿quién tiene la última palabra?: Dios. Más claro aun, ¿quién decide mis afectos, misión, orienta mis votos y vocación?: Dios. Sin embargo, la aplicación de eso a la vida diaria deja un gran margen para el uso razonado de la técnica, la sabiduría, las tradiciones y las ciencias humanas. La autoridad proviene de la Biblia, pero operacionalmente interactúa con todos y cada uno de los campos del saber, como solía decirnos el Dr. Juan Ormé.
La razón y la verdad son dos puntos importantes en esta discusión. Sobre todo en el marco de la historia de la epistemología. El realismo aristotélico, es un objetivismo que ve los particulares; el racionalismo platónico, es un subjetivismo que idealiza los universales; y el representacionismo inglés, localiza el conocimiento, situándolo en la percepción, en los sentidos, que median entre el pasivo sujeto cognocente, activamente afectado por el objeto conocido. Este es el resumen de una larga discusión que tiene tantos matices como siglos. En este punto, la Biblia opta por lo más básico, su postura es similar al realismo aristotélico y a su teoría de la correspondencia con la realidad.
La Biblia no nos exige un elaborado edificio conceptual en la relación sujeto-objeto, para conceder que se puede conocer y hablar de la verdad o de su autor, Dios. No es ningún descubrimiento decir que ese realismo “aristotélico”, más bien universal, es el denominador común a todos los hombres, como decía Manuel García Morente. La cosmovisión bíblica se parece a los juicios provisionales que hace un pintor sobre su lienzo: un paisaje posee el plano de arriba, el plano de en medio y el plano de abajo en donde se sitúa la realidad. No es una postura “científica” acerca del cosmos. Es una visión fenoménica, que describe al “fenómeno” como cree percibirlo. Es una hipótesis de trabajo útil para su fin: pintar un cuadro. Para el autor bíblico esa hipótesis de trabajo es también útil para comunicar el mensaje de Dios al hombre.
La relación entre la Biblia y los materiales de la teología es amplia, variadísima e integradora. Dios usa, en la Biblia, una serie de herramientas como la escritura, la historia, el concepto de que la verdad corresponde con la realidad, la justicia (ley) como expresión del carácter de Dios, terciada a través de pactos que proceden de varias “tradiciones” culturales. Usa también otras herramientas como la poesía y los proverbios, y dentro de ellos, el paralelismo y el lenguaje figurado, integrados a la verdad revelada, a la vez que están presentes, desde tiempos remotos, en el Antiguo Cercano Oriente. Los profetas utilizan el “rib” o debate forense como una extensión del género jurídico sacerdotal.
Finalmente, el uso intertextual o de un texto por otro, es factor que suma y se hace presente, ampliamente, como fuente del saber teológico, intertestamental y transtestamentalmente. El texto es, a veces aludido, a veces resumido, a veces citado, ya como profecía cumplida, ya como ejemplo histórico, ya como aplicación (como se ve, por ejemplo, en las citas de Mateo 2).   


[1] Escribo estas líneas en memoria del Dr. Juan Ormé, con quien enseñé dicha clase. El profesor Ormé partió a la presencia del Señor el 26 de Febrero del año 2008, 30 años después. Tengo gratas memorias de quien fuera mi primer profesor de Teología Sistemática en 1974, por su trato amistoso, en febrero del ’78, hacia éste aprendiz de 23 años; para mi el era un sabio, a pesar de su juventud, tenía entonces a penas 41 años.
[2] Se trata del Dr. Gerardo Alfaro, quien inició sus estudios por aquellos años y con quien en más de una ocasión conversé sobre este tema. Hoy puedo decir, con mucho orgullo y mérito de él, que el discípulo ha sobrepasado al maestro en todo.

domingo, 6 de febrero de 2011

La Biblia y la escatología

1.       La escatología contiene tres componentes integradores: (1) La centralidad del gobierno o reino de Dios; (2) La doctrina de la creación como ámbito del gobierno de Dios; (3) La hermenéutica que desarrolla e integra varios hilos de la revelación, como son la gloria de Dios, las promesas y pactos,  la restauración del hombre y de la creación, el juicio divino y la derrota final del mal, sin negar o mezclar el “cumplimiento”, o sin “enredar” los hilos conductores de las promesas de Dios. De modo que la escatología no puede afrontarse como un tema marginal sobre el que guardamos conveniente silencio para ser evocado solo en momentos oportunos. Es parte preponderante de la teología cristiana.
2.        La muerte espiritual y muerte física, destacadas ya en Génesis 3, colocan la escatología personal en ese gran marco que recién describimos en donde la muerte, la obediencia y la vida están integradas como parte del gran plan de Dios revelado al ser humano. La escatología es una respuesta concreta a la vanidad humana, al sinsentido de la vida y a la muerte humana, a partir del plan de Dios que revela la voluntad de Dios al hombre, le redime y le compromete a vivir para su reino inspirado en el futuro triunfo divino. De modo que la esperanza humana deberá trazarse a lo largo de los hitos que, paso a paso, conducen los siglos de la historia de la salvación, que es la historia del rescate divino a favor del hombre, pasando por profecia y tipos antiguo testamentarios y cumplimientos y aplicaciones neotestamentarios, hasta centrar su consumación en la persona de Jesús de Nazaret, quien convierte la esperanza humana en esperanza cristiana.
3.       El testimonio de los profetas contiene un fuerte contenido de juicio sobre Israel y sobre las naciones ilustrando que la escatología tiene raíces en la historia. La promesa profética de juicio (Dt), y de redención (Is. 50-66), tienen ambas sustentación profundamente histórica.  La escatología es el estudio de este plan puesto en marcha desde el principio hasta el cierre de la revelación de Dios. La sustancia de la escatología bíblica muestra su solidez cuando, anclada a la creación, establece como su hilo conductor la recuperación del gobierno de Dios sobre la vida de los hombres, hasta concluir con la plenificación del reino de Dios y de su Cristo.  
4.       El reino de Dios es su prerrogativa de gobernar la cual integra la renovación o recreación de todas las cosas al cumplimiento histórico de los pactos y promesas que Dios celebró con su pueblo. Ese plan es cósmico en su perspectiva, obedece, en su formato, a pactos establecidos con el pueblo de Dios, cuyo orden, arreglo y disposición proyectan integralmente el gobierno de Dios, de modo que la promesa de misión, descendencia y tierra hecha a Abraham (Gn. 12-15), va unida a la demanda ética planteada a Moisés (Ex. 20ss), e igualmente vinculada a la promesa de un heredero de la dinastía davídica (2 S.7) y a una renovación del corazón de la nación, acompañada del conocimiento de Dios, mediado por el Espíritu de Dios (Jer. 31: 27-40).
5.       En el Nuevo Testamento, la vida, muerte y resurrección de Jesús, es un paso definitivo en la realización de ese gobierno divino, el cual se explica en términos de victoria sobre la muerte y señorío cósmico, con claro acento de realeza, a partir del mensaje de la Iglesia. Pero hay una reserva de futuro que se deja ver tanto  en el estadio de humillación del mesías durante su ministerio, por un lado, como en el hecho que “no vemos aun todas las cosas sometidas bajo sus pies”, aun después de la resurrección y ascensión al lado del Padre.  Tanto el triunfo definitivo de su muerte y resurrección, como la reserva de futuro sostenida en manos del mesías, indican que la escatología es profundamente cristológica.
6.       Los temas de la tribulación y del anticristo, en la escatología, deben entenderse como parte del patrón de desarrollo de la teología bíblica del A. T., por ejemplo, “el día del señor” (juicio y bendición) y “la semana setenta de Daniel”. La tribulación no puede repartirse entre un cumplimiento rebuscado en la historia de la Iglesia y otro previsto para la venida de Cristo (postribulacionistas). Los pretribulacionistas argumentan que la tribulación funciona, tipológicamente, a lo largo de la historia en los sufrimientos de la Iglesia, pero que su desarrollo mas amplio sucede cuando sirve de contexto a la segunda venida de Cristo, como antesala al gobierno futuro del mesías. El argumento de Pablo de la venida de Jesús como “ladrón en la noche” (1Tes. 4-5),  no puede entenderse como algo “cercano” (según G. E. Ladd) sino como algo inminente (nadie sabe exactamente cuando).  La idea de un milenio y tribulación futuros, hace que el argumento de la inminencia juegue más del lado pretribulacionista (algo futuro) que postribulacionista (algo en parte histórico, ergo predecible).  
7.       En cuanto al futuro de Israel, es importante señalar que la aplicación de la tipología de Israel a Cristo es parte importante de la teología del Nuevo Testamento, tanto en los evangelios, con Cristo como el Nuevo Israel, como en algunos pasajes paulinos, como Gálatas 3, en el que Jesús es la simiente de Abraham. Pero de estos ejemplos no se puede concluir que Jesús en lo personal e individual agote  el cumplimiento de las promesas nacionales y políticas hechas a la nación de Israel. El patrón de los profetas antiguo testamentarios insiste en un heredero del trono de David (rey), que gobierna tanto sobre Israel como sobre las naciones. Aun en el canto de Isaías 49 se promete que “Israel” (el siervo), hará volver a “Israel” (la nación),  a Dios y luego reunirá a los gentiles, manteniendo la distinción de un rey, de su pueblo y de los gentiles. Es, decir, el pacto hecho con David (2 S. 7), es un medio para el cumplimiento en Jesús de los pactos con Israel y extender, por medio de él, la bendición de esos pactos a los gentiles.
8.       El capitulo 11 de Romanos demanda que la figura del olivo no se aplique a Israel. Hay ramas de un olivo silvestre y ramas de un olivo natural. Pero Israel, más que olivo, dice Craig Blaising, es un amante enemistado, a pesar del pacto, cuya restauración es ilustrada al ser re injertado para poder participar de la raíz y de la rica savia del olivo (v.17 cp. V. 24). Por eso, la recreación de todas las cosas, todos los pueblo, todos los idiomas que reciben toda la herencia de Dios a través del cumplimiento de los pactos en dimensión cristológica, debe incluir no solo a los pueblos que son las ramas injertadas, sino al Israel nacional, de modo que la dispersión sea superada por la reunión y que la desaparición temporal de su identidad, retenida en Cristo, sea devuelta al pueblo a quien Dios hizo tan gloriosas promesas. Dar a Israel por desaparecida en el futuro frente a la presencia de las naciones gentiles sería no solo inexplicable sino absolutamente irónico.
9.       La pregunta de los discípulos en Hechos 1, tras 40 días de instrucción sobre el reino de Dios,  no era averiguar si Jesús restauraría a Israel, refiriéndose a si se restauraría a si mismo, sino si el como rey restauraría al Israel étnico o corporativo, lo cual era coherente con el patrón de la profecía bíblica. A la respuesta de Jesús sobre el tiempo que el padre tiene en su sola potestad se debe agregar las palabras de Pedro, en Hechos 3, que se refieren a “la restauración y tiempos de refrigerio” del Israel corporativo, nacional y político, “como las cosas que Dios habló por boca de sus santos profetas”. Eso es coherente con el llamado de Pedro el día de Pentecostés (Hech. 2), a la casa de Israel, sin duda el Israel corporativo, a someterse a Jesús “a quien Dios ha hecho señor y Cristo”.
10.   La clave hermenéutica de la profecía: En el estudio de la escatología, en perspectiva bíblica, parece más adecuado hablar de una escatología “inaugurada” que espera su pleno cumplimiento, más que de una escatología futurista. En ese sentido, muchos pasajes bíblicos que algunos intérpretes relegan al futuro, tuvieron cumplimiento con el ministerio de Cristo o tienen cumplimiento hoy. La interpretación de la profecía es producto de 1. Reconocer la necesidad de distinciones bíblicas para entender el trato de Dios con el hombre en diferentes períodos. Sin embargo, no es necesario hablar de más de tres distinciones mayores, la era del Pacto Antiguo, la era del Pacto Nuevo y la era del Reino. 2. Reconocer la demanda bíblica de señalar que hay una meta para la historia en el registro sagrado; 3. Explorar esta área con una hermenéutica que desarrolla la aplicación de las promesas sin dañar, negar o desnaturalizar, promesas hechas a personas, pueblos o grupos concretos. De esto se desprenden algunas grandes conclusiones: (a) que la Iglesia no es el Israel antiguo testamentario (b) Que el programa futuro de Dios incluye al Israel nacional; (c) que Cristo reinará en la tierra literalmente en la historia espacio-temporal.